Pero si el Congreso siempre ha estado repleto de exponentes del Reino Animal, ¿cuál es la novedad, entonces?
Lo único que su presidente hizo el pasado 20 de septiembre, cuando soltó la noticia, fue oficializar lo que ya sabíamos los colombianos: las “mascotas” se apoderaron del elíptico. No en vano la corporación, gracias a sus propios méritos, ha logrado el estatus de Zoocriadero. (Zoocriadero Nacional Roy Barreras; a todo señor, todo honor).
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El anuncio de Roy -primera “mascota” del Poder Legislativo, su papel de camaleón es digno de un Óscar-, el pasado 20 de septiembre decía así: “Les presento a Covid, lo adoptamos durante la pandemia y hoy me acompaña en la plenaria para anunciar que, por primera vez en su historia, el Senado de la República será un espacio pet friendly… Esta iniciativa no solo nos convoca a recordar nuestro propósito de ser potencia mundial de la vida, sino, además, a reconocer a estos amiguitos que nos llenan la vida de felicidad; a los humanos nos corresponde pensar en su bienestar…” (¿Bienestar exponerlos al aire contaminado que se respira en Senado y Cámara?).
Y, obvio, no podía faltar el colofón grandilocuente: es el primer congreso del mundo que admite “mascotas”. Y tampoco podían faltar los aplausos de algunos animalistas extremos y las críticas de otros que quieren proteger a los animales de un estrés innecesario y el exabrupto del llanero que llevó un caballo al recinto y las quejas de las trabajadoras por falta de guardería para sus bebés y las inquietudes de la gente común… (Fijo que, en los momentos decisivos, muchos se dedicarán a recoger el popó del “amiguito”).
Y tampoco faltó la tentación de sobrevolar con un dron el pet friendly point, para verificar las especies que cohabitan en el Congrezoo. (Bestiario lo hubiera llamado Julio Cortázar).
No estoy inventando, me atengo a las escenas registradas por las cámaras: lagartos y cocodrilos pisándose las colísimas; gorilas y orangutanes colgados de las leyes; patos que avanzan a pupitrazos; osos perezosos adheridos a los celulares; burros, ¡ay burros sí que hay!, que por mucho rebuznar creen legislar; golondrinas, muy pocas, insuficientes para hacer verano… (Lástima).
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Zorros dispuestos a atacar y liebres, a saltar en las ponencias; ranas venenosas mimetizadas en los proyectos; hienas que sueltan risotadas sobre la presa y gallinazos arrebatándose las migajas; zancudos zumbones y chicharras chillonas que no dejan trabajar; conejos que aparecen y desaparecen a voluntad; loras que monopolizan micrófonos y muy poco o nada dicen; lobos con piel de oveja, que no logran esconder las orejas; víboras que merodean a la espera de un contrato; toros de lidia dispuestos a dar la pelea, sea cuál sea…
En fin, al lado de la variedad y turbulencia halladas, el Arca de Noé es letra menuda y el diluvio, lluvia pertinaz.
ETCÉTERA: Por más pedigrí que tenga en su etimología, la palabra “mascota” (mascotte) resulta peyorativa –no la uso, por eso la entrecomillé- para referirnos a los animales que nos acompañan y suelen darnos ejemplo de nobleza, lealtad y compasión. (A todos ellos les ofrezco disculpas –a mi Camelia, en primer lugar- por haberlos comparado con los que sabemos).