/ Juan Carlos Franco
Qué susto, qué zozobra, se acerca de manera ineluctable el día aciago, el día temido por tantos medellinenses. Mejor dicho, ya llegó, ya está aquí la fecha en que se cierra completamente al tráfico vehicular, ciclístico y peatonal un tramo de la Avenida Regional (antes llamada “autopista”) de cerca de 1 Km de longitud, entre La Macarena y la 33, para permitir la construcción de la primera etapa del proyecto Parques del Río Medellín.
Este cierre es mucho más agresivo y traumático que cualquiera de los que hemos conocido. Primero, porque es un bloqueo total y no parcial. No habrá vía provisional para pasar por un ladito. Segundo, porque se trata de la vía más importante y de mayor circulación de la ciudad. Tercero, porque esto durará un año. Y es tan solo la primera etapa…
Por este tramo hoy circulan en promedio más de 5.000 vehículos por hora, y muchos más en horas pico. Circulan todos los que vienen del norte de Medellín y de Antioquia, todos los de la Costa, tanto los que se quedan en la ciudad como los que pasan de largo. Todas las volquetas, los incontables buses, miles y miles de motos, las tractomulas, los carrotanques, llevando y trayendo todos los productos y mercancías imaginables, además de enorme contaminación de aire y ruido.
Como de todas maneras esos vehículos seguirán circulando, no queda más remedio que invitarlos a utilizar vías alternas, tales como la Regional, del otro lado del río, la Avenida del Ferrocarril, la Oriental, Carabobo o Las Vegas, estas últimas dentro de la ciudad y llenas de semáforos.
Es decir, los que viajan de sur a norte por la Regional verán recortada a la mitad la anchura de su vía actual, con lo cual el colapso diario en ambas direcciones queda prácticamente garantizado. Y ni se diga el Centro. Y todo Medellín, por extensión. Si la situación, sin obra, ya era dramática, ¿cómo será ahora?
Se abona el deseo de dotar a la ciudadanía de mejor espacio público, de obras incluyentes que devuelvan la ciudad a todos los que la habitan. Se abona la buena intención de la Alcaldía en informar, en invertir ingentes recursos para “mitigar” el impacto.
Pero aún así, una medida tan drástica como esta, con un costo tan alto en términos de movilidad y tiempo, de circulación de vehículos pesados por media ciudad, lleva a preguntarse: ¿cuál es el afán? Seguro que no había manera de hacer solo cierres parciales y no uno total?
Lleva a pensar en que estamos en último año de gobierno local y que hay que entregar el mayor número posible de obras. Lleva a comparar contra lo que pasó hace ocho años cuando nuestro alcalde de hoy terminaba su turno en la gobernación y se apresuró a contratar y ejecutar la doble calzada de Las Palmas. Difícil olvidar lo que ese trabajo improvisado, apresurado, con muy mal tratamiento de taludes costó en tiempo, dinero y hasta víctimas. En fin, confiemos en que en estos ocho años se hayan aprendido lecciones y que esta historia será diferente.
Y esperemos que dentro de un año el resultado haya valido la pena. Aníbal se la ha jugado toda por invertir el orden de prioridades. Luego de un siglo de poner el vehículo particular (y sus conductores) en la cima de la pirámide, ahora estarán en el sótano. Solo que este cambio no será gradual sino brutal. Tendremos un parque nuevo en un sitio vital de Medellín, importante para una ciudad que se precia de innovadora y de transformarse más rápido que cualquier otra. Pero muy probablemente entre perdiendo ante un porcentaje muy alto de la población, por más encuestas que nos presenten asegurando que no. Y a pesar de los abundantes recursos invertidos en publicidad.
Seguiremos informando.
opinion@vivirenelpoblado