Recorrer la ciudad a pie, despacio, qué placer. Detenerse en una esquina, tomarse un café pausado y al terminarlo andar un poco más hasta toparse con una buena arepa de chócolo con quesito, saborearla. En esos días de pasear lento, somos turistas en nuestra propia ciudad, la misma que a veces damos por sentada, que recorremos solo por sectores y antes de que anochezca.
En eso andan pensando en el proyecto Vive el Centro, alianza entre el Museo de Antioquia y la subsecretaría de Turismo de la Alcaldía de Medellín, que busca impulsar el turismo cultural nocturno de la zona (no solo el de visitantes, también el de los que habitamos la ciudad). Un centro que no duerma, en el que los restaurantes abran hasta media noche y tengan clientes; uno cuyos carritos de comida preparen chuzos a las 2 de la mañana sin temores y donde sea posible llevarse un buñuelo a la boca antes del amanecer; ya el proyecto nos sorprenderá con sus estrategias.
No parece irreal considerando que es difícil comerse unas mejores criollas que las de algunos carritos del Centro, pero nos pasa que nos alejamos de esta histórica zona y nos perdemos de sus indulgencias. Placeres como los chorizos picantes y las papitas rellenas del restaurante Ítaca, ahí cerquita del Pequeño Teatro, que se venden también en La Pascasia, lugar para el encuentro de las artes y la conversación que abrió este año en una histórica casona en el barrio Bomboná; placeres como la pasta hecha en casa del Palazzeto de Italia en su tradicional local de Caracas con el Palo.
Quienes habitan el Centro saben de los tesoros que guarda, por eso lo han compartido con el resto de la ciudad invitándonos a atractivos programas como Días de Playa o Caminá p’al Centro, que convocan a muchos ajenos a este territorio. Los vecinos del Centro nos recuerdan que, si bien solo son 80 mil quienes habitan la zona, más de un millón 300 mil la visitan a diario, aunque poco la conocen, no saben que Versalles, con sus 45 años de historia, la mayoría de ellos en Junín, abre los domingos hasta las 8 de la noche, ni que su empanada argentina es un tesoro.
Así que la invitación de Vive el Centro llega en buen momento, porque ya muchas organizaciones y entidades del sector vienen trabajando juntas con éxito y un empujón ahora conviene; allí no hay habitantes esperando que el Estado les resuelva todo, sino ciudadanos activos que ponen de su parte. Hay asuntos que mejorar desde la institucionalidad, las basuras, la seguridad, pero el primer asunto que debemos resolver los ciudadanos es la barrera mental que nos pinta un centro inseguro, al que hay que temer y que no conviene visitar después de ciertas horas.
Esta Navidad vamos pa’l Centro, pasémonos por La Chocolerita en Bomboná a comer arepa de chócolo; por Buñuelos Especiales, en La Alpujarra; por Jugos El Coste, en Carabobo; o por Asados Don Jorge a comer morcilla en Buenos Aires. Para intenciones más formales quizás Café Colombo Credenza, en el Colombo Americano, El Acontista, en Maracaibo, Hato Viejo o Hacienda, en Junín y para rematar un moro del Astor o un “liberal” de la Panadería Palacio, en Carabobo.
Todavía el horario es muy diurno, pero vamos en un primer coqueteo, va y nos gusta y logramos que aquello de vivir la noche en Medellín sea posible, incluso en el “temido” Centro; va y nos gusta y somos capaces de derrumbar esas barreras mentales que no nos dejan habitar la ciudad y que nos privan de mucha cosa buena.
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