/ Juan Carlos Franco
A lo largo del año esta columna se ha enfocado en destacar las aspiraciones que tenemos los habitantes de El Poblado y de Medellín de habitar en un entorno con mayor calidad de vida. Y también las frustraciones, que no son pocas, en parte por incoherencia de nuestras autoridades, o por insistir en modelos equivocados de urbanismo, o por falta de visión o de liderazgo, o por indolencia. Y a veces, también por ignorancia, tanto de habitantes como de dirigentes.
Esos problemas nos parecerán muy graves en nuestra perspectiva humana, tan limitada, tan local, tan corta, con tantos matices que la hacen difícil de entender.
Pero caramba, se antojan un tanto serios, severos para tratarlos en la última columna del año, con la Navidad ya encima y con un deseo de ser más leves, de acercarnos al Universo.
Empecemos por echar una mirada a nuestros alrededores. Hablemos de lo que hay más allá de nuestra ciudad, por ejemplo.
¿Somos muchos en Medellín? Se siente como que sí, pero aquí solo vive y trata de ser feliz uno de cada 3.000 habitantes de la Tierra.
¿Le parece grande la ciudad? Sus 38.000 hectáreas cabrían 3.000 veces en Colombia. Y Colombia, que se ve tan grande, cabría 130 veces en la superficie “terrestre” de la Tierra, valga la redundancia, y 450 veces en el planeta entero.
¿Le parece grande la Tierra? Respire, la superficie de Júpiter es 120 veces mayor. Y el volumen, 1.400 veces. Como quien pone una cereza al lado de un balón de fútbol. Pero eso no es nada, el Sol, una estrella del montón (excepto para nosotros, claro) es casi 1.000 veces más grande que Júpiter y 1.300.000 veces más que la Tierra.
Pero aún el Sol, con semejante tamaño, trata de no darse muchas ínfulas. La estrella Betelgeuse, que por esta época navideña se ve todas las noches como uno de los hombros de Orión, es 350 millones de veces más grande y, atención… 14.000 veces más brillante. Lleve abundante protector solar y gafas si planea acercarse.
Y la estrella más grande conocida, VY Canis Majoris, es 17 veces más voluminosa que Betelgeuse, o sea 6.000 millones de veces mayor que el Sol.
Además, el vecindario del Sol es pequeño, muy pequeño. Hace 35 años los humanos lanzamos las naves Voyager, que van por el espacio a 56.000 Km/h –la máxima velocidad que podemos darles-, y apenas ahora están empezando a salir del sistema solar. Para llegar a Alfa Centauri, la estrella más cercana de todas, aquí al ladito, harían falta otros… 70.000 años.
Y si algún día pudiéramos multiplicarles la velocidad por casi 20.000 para que fueran tan rápido como la luz, esas naves tomarían 100.000 años solo en ir de un lado a otro de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Que tiene más de 200.000 millones de estrellas, una de ellas nuestro Sol. ¡Cada habitante de la Tierra agarre de a 30!
O sea, un rayo de luz que hoy esté llegando a un extremo de la galaxia fue emitido en el otro extremo cuando apenas unos grupitos de Homo Sapiens trataban de sobrevivir en ciertas comarcas africanas. Y la Vía Láctea, a propósito, es solo una galaxia del montón.
Bueno, y si queremos salir de la galaxia y visitar a nuestra vecina Andrómeda, que se puede ubicar a simple vista en noches claras, tocará pedir vacaciones en la oficina mínimo por cinco millones de años para ir y volver. Y eso a la velocidad de la luz.
Y nosotros aquí tan perturbados por los tacos de diciembre.
¡Feliz Navidad!
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