Viajé en días pasados a Dornach, población suiza cerca de Basilea, donde está el Goetheanum, sede de la Universidad Libre de la Ciencia Espiritual y centro de estudios de Antroposofía para el mundo. Tres médicos colombianos y en total 65 personas de 23 países y 10 profesiones de la salud nos reunimos para trabajar en un encuentro dedicado a la formación de formadores para la enseñanza de la medicina antroposófica. Este curso tenía como título y tema principal: “El paciente en el foco de la atención médica”. Y aunque esto parezca obvio, en los sistemas de salud en casi todo el mundo, el centro está puesto en la rentabilidad y en la tecnología y el paciente pasó a un tercer plano.
Trabajamos en plenarias y grupos interprofesionales para diseñar estrategias y compartir experiencias con el fin de lograr una verdadera labor en equipo para ayudar a nuestros enfermos. Este modelo funciona en Holanda, Alemania y Suiza, donde en clínicas y hospitales de medicina antroposófica trabajan médicos de distintas especialidades, enfermeras, psicoterapeutas, euritmistas curativas, terapeutas de arte (modelado, pintura, música, arte de la palabra), masajistas (rítmico y Pressel) y, donde sea necesario, odontólogos y fisioterapeutas. Aquí estamos lejos del modelo, pero contemplar la meta, acerca. En nuestro equipo de trabajo ya tenemos psicoterapeuta y masajista Pressel y próximamente euritmista curativa y terapeuta artística.
Después de este encuentro, unos 650 profesionales de la salud de 45 países asistimos a la Conferencia Anual de la Sección Médica del Goetheanum, cuyo tema fue: “El cuerpo humano como templo de la divinidad”. Los conferencistas principales partieron de “El cuerpo heredado y el cuerpo individual en el proceso de encarnación”: cómo transformamos el cuerpo que recibimos de los padres en un sustrato adecuado para el Yo. Luego avanzamos hacia la comprensión de “El cuerpo como vehículo del alma”. Cómo lo anímico se encarna en lo corporal y se expresa de manera triple en el pensar, el sentir y la voluntad y cómo interactúan estos tres niveles en la salud y en la enfermedad.
Pasamos al estudio de “El cuerpo como vehículo del espíritu”, donde el Dr. M. Girke, internista-diabetólogo del hospital Havelhöhe de Berlín (Cfr. web), planteó una fisiología espiritual y nos amplió la visión del cuerpo humano como templo, donde el corazón alberga el Yo y permite que la fuerza espiritual consciente del ser humano se despliegue en la totalidad.
Finalmente, compartimos una experiencia en la vecina localidad francesa de Colmar, hermoso pueblo donde están el Museo de Unterlinden –ubicado en un antiguo claustro de los dominicos–, y la capilla gótica adyacente, donde se conserva el famoso retablo de Matthias Grünewald –realizado entre 1512 y 1516–. Esta obra fue encargada por la orden de los antoninos, canónigos hospitalarios, y tenía un sentido curativo. En su presentación original, solo la parte exterior del retablo (La Crucifixión) estaba expuesta a los fieles, y las partes interiores se presentaban para la contemplación meditativa de los enfermos en ese convento-hospital. Los invito a conmoverse con la imagen del resucitado de Grünewald. Pasé casi una mañana junto a centenares de visitantes contemplando estas imágenes y tuve la evidencia de que el cuerpo es el templo de una fuerza superior; tuve la certeza de que es posible trascender lo físico y percibir manifestaciones del mundo espiritual.
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