Por: Jorge Alberto Vega Bravo
Tres semanas. Tres momentos de encuentro con las fuerzas que viven en el arte, en escenarios disímiles. El pasado fin de semana, un ejercicio de paciencia en nuestras maltrechas carreteras, adobado por el paisaje donde contemplamos los Farallones de la Pintada desde varios ángulos. Finalmente llegamos a Valparaíso, con el objeto de conocer el trabajo de la ‘Corporación Valle del Paraíso’, organización civil fundada por la socióloga Marta Toro y el artista plástico Roque Zuleta, oriundos de allí. En una casa de casi 100 años que recibieron en ruinas y han transformado de manera sorprendente, realizan una labor transformadora y terapéutica a través del arte y la cultura. Apreciamos la tarea pedagógica que realizan con niños, jóvenes y adultos de la población, el rescate de artistas invisibles y la creación de un cálido ambiente de puertas abiertas donde se respira respeto, alegría y fraternidad.
Paradoja: contigua a la sede de la Corporación (www.valledelparaiso.org), que funciona con el apoyo de unos pocos padrinos y el esfuerzo titánico de sus socios, está ubicada una gran casa de casi media manzana con el pomposo título de Casa de la Cultura. Ésta alberga una paquidérmica biblioteca (cerrada por esos días) y un pequeño museo precolombino con muestras de la cultura Quimbaya de la zona. Y en la gran Casa, paradójicamente, no se realiza ninguna actividad cultural y no apoyan a los soñadores de al lado.
Segundo escenario: VII congreso internacional de Sintergética en el Hotel Intercontinental de Medellín con 200 asistentes de 10 países cuyo tema central era: Gestores de la Nueva Conciencia. Impactante variedad de ponentes de muchas disciplinas planteando nuevos senderos de lo humano. Allí presenté la ponencia “La Historia de la Evolución de la Conciencia”. Le seguí la pista a las transformaciones que ha vivido la humanidad desde la antigua India hasta la época actual, subrayando cuáles seres humanos jalonaron los cambios de la conciencia y cómo el arte jugó un papel importante en ellos. Me siguió en la exposición el músico bogotano César López, quien de manera viva y conmovedora relató el proceso que lo llevó a crear el “Batallón artístico de reacción inmediata”, grupo dedicado a atender con música y otras manifestaciones culturales situaciones de violencia urbana. Mientras atendían la Bomba del Club el Nogal en Bogotá -2003- e intentaban acercarse para cantar en el lugar, un soldado de nuestro ejército le rompió la guitarra a César con su fusil. Cruce de miradas; dos jóvenes casi de la misma edad. En el alma de César empieza a crecer la idea de transformar el fusil en un instrumento de paz y después de un largo camino accede a uno de los fusiles AK 47 que habían sido lanzados en paracaídas en las selvas de Vichada y Guaviare para las Farc, entre 1998 y 99 (Caso Montesinos). De allí nace la fusión de una guitarra con una escopeta: la famosa Escopetarra que se ha convertido en símbolo de transformación de las fuerzas de destrucción en fuerzas creativas. El instrumento será exhibido en el Museo Gandhi de Nueva Delhi el próximo mes de octubre, gracias a un proyecto que unirá a Colombia e India con el fin de promover espacios de reflexión sobre los movimientos de no violencia y la transformación de conflictos.
Tercer encuentro: VI Seminario colombiano de Medicina Antroposófica, en Medellín, coordinado por el médico peruano Yván Villegas y con la participación de 20 profesionales de la salud de Cali, Bogotá y Medellín. Tema: “El hombre Invisible en nosotros”. En estos seminarios trabajamos con tres canales de aprendizaje: el del movimiento a través de la Euritmia. El del pensar a través del trabajo del tema central (no hay conferencias magistrales) y el del sentir a través del arte. En este caso tuvimos una hora diaria de canto terapéutico. Y el maestro venezolano Wilmer García logró el milagro de poner a cantar en 4 días a 20 profesionales de la salud, muchos de ellos sin ninguna formación musical, un canon a 4 voces. García es un mago del canto y un gran pedagogo. Lleva varios años en nuestra ciudad y además de su labor docente universitaria ha ayudado a transformar la vida de muchos seres humanos con el canto como ejercicio terapéutico. En su labor vemos un tercer ejemplo del arte como terapia y nos percatamos de las posibilidades que tiene de hermanar a los pueblos. Curiosamente el próximo jueves 8 de septiembre podremos oír a Wilmer en un hermoso recital en el Instituto de Bellas Artes, haciendo un recorrido desde el Renacimiento hasta la Modernidad. La evolución de la conciencia en la música de occidente.
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Tres encuentros con el arte
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