/ Jorge Vega Bravo
Se acerca el fin del año 2012, un año rodeado de misterio y predicciones. En los últimos días de cada año se celebran el solsticio de invierno en el hemisferio norte (21 de diciembre) y la fiesta de Navidad. Esta celebración se aleja cada vez más de su sentido original y se ha vuelto una fiesta exterior llena de ruido y de licor. Los que viven el invierno en esta época, tienen la ventaja de una naturaleza que invita a estar en el interior y a vivir en quietud los momentos en que recordamos el nacimiento del niño Jesús, en cuya persona se encarnó el ser espiritual llamado Cristo.
Mucho se ha especulado con el tema del calendario maya, de gran complejidad. El más conocido en occidente es el Tzolk’ín, basado en el ciclo de las Pléyades, legado de una antigua tradición según la cual el 21 de diciembre de 2012 es una fecha de cambio, de renacimiento. Para los astrónomos mayas corresponde a la salida del quinto sol y a la alineación de la tierra con el centro de la galaxia, lo que, en su concepto, va a permitir subir el nivel de vibración de la tierra y el nivel de conciencia de este tejido inteligente que es la humanidad.
El cambio ya empezó. La segunda mitad del siglo 20 y estos 12 años del 21 están llenos de fenómenos y procesos que nos hablan de una gran transformación. Si acompañamos este ciclo con consciencia vamos a permitir que el planeta retorne al punto de equilibrio, perdido por las acciones y las actitudes de los seres humanos. El científico colombiano Alejandro Jadad, en reciente entrevista publicada en El Tiempo, habla con contundencia de la necesidad de cambiar modelos a todos los niveles: “El sistema sanitario nos enferma y nos mata, el educativo nos embrutece y el financiero nos empobrece. Si no hacemos algo radicalmente distinto, la mejor opción que nos queda para cambiar sería una pandemia, otra peste que elimine a tres cuartas partes de la humanidad (…). Esto nos haría menos soberbios (…) y el impacto en el planeta sería menor. La Tierra (Gaia) es un superorganismo que se autorregula, en el que nosotros nos hemos convertido en una infección. El calentamiento global es como la fiebre, los terremotos como escalofríos y los tsunamis como una gripa”. En este tiempo de Navidad deberíamos tomar unos minutos para hacer conciencia de que el cambio es ya, y empieza en el propio interior. Cuando esto suceda podremos reconocer con respeto a los que nos rodean y contribuir a que esta casa azul -la tierra- siga siendo habitable.
Coletilla musical: Asistimos el pasado 8 de diciembre a una versión muy original del Oratorio para Solistas, Coro y Orquesta El Mesías, de J.F. Händel. El maestro Correa, después de sus estudios de dirección en Europa, profundizó en el estilo barroco y nos brindó una interpretación acorde con lo escrito e inspirado por Händel. Una orquesta mediana, un coro sólido y cada vez más profesional que siguen las propuestas de Correa con fidelidad. La sorpresa de la noche: el bajo Carlos Builes, con un bello timbre, una gran seriedad y una clara comprensión del estilo. Y la promesa de esta velada: la soprano Ana María Burbano; una hermosa emisión vocal y una entrega sorprendente que no se vieron afectadas por las dificultades técnicas que afloraron por falta de experiencia.
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