Tecnología 5G y salud

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Ya se anuncia que se van a iniciar en Colombia los ensayos para la instalación de la tecnología inalámbrica de quinta generación. La semana pasada en la SAI hubo una intervención académica sobre el 5G, como la próxima frontera para la ingeniería en Medellín. Y lo que parece un evidente progreso tecnológico y científico, está rodeado de preguntas por resolver en relación con los efectos de este tipo de ondas sobre la salud de los seres vivos.

Sabemos que este tipo de radiación no ionizante 1 depende en su eficiencia y alcance de su amplitud y su frecuencia. La 5G utiliza ondas de frecuencia más alta que las redes previas de telefonía celular, lo que permite que más dispositivos tengan acceso a internet todo el tiempo y a velocidades más rápidas. Pretendemos llegar a tener todo interconectado en el llamado internet de las cosas.

Pero estas ondas 5G tienen un bajo poder de irradiación en el espacio y por eso son fácilmente interferidas. Así que para poder cubrir un área dada se necesitan muchas antenas; su alcance tiene radios entre 20 y 180 metros. Esto significa que se necesitan unas 800 torres para cubrir un kilómetro cuadrado.

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Aún no se sabe mucho de los efectos de la exposición de estas ondas sobre los seres vivos ni cuáles son los valores límites de estas. Los experimentos se han hecho con sus efectos térmicos y con ondas continuas y no con ondas pulsadas. Además, las observaciones se han hecho con cadáveres.

En 2011 la comisión para la regulación de radiación de la OMS reconoció la radiofrecuencia como potencial cancerígeno tipo 2B, que es el mismo nivel de riesgo que tienen el tabaco y el asbesto. Se ha descrito un síndrome de hipersensibilidad a la radiación, con síntomas como cefaleas, mareos, rash cutáneo, presentes hasta en el 6 % de la población.

Después de consultar muchas fuentes y leer muchas investigaciones llego a la conclusión de que aún no hay nada contundente sobre los efectos de estas radiaciones, pero tampoco tenemos suficientes evidencias que nieguen sus daños.

Muchos médicos y científicos se han preguntado por la relación entre los brotes de coronavirus y las áreas donde ya está instalada esta tecnología. Y si miramos estos mapas con detenimiento, por lo menos surgen dudas notorias.

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Las otras preguntas que circulan son: ¿Por qué instalar el 5G? ¿Queremos vivir a esa alta velocidad que nos propone el 5G? ¿Es necesario seguir aumentando la velocidad de la vida y del trabajo sólo a expensas del rendimiento económico y la eficiencia?

Muchas ciudades del mundo entre ellas Ginebra y Bruselas, y otras en USA y América Latina, rechazaron la instalación del 5G hasta tener más claridad. Hay muchos grupos llenos de dudas sobre la conveniencia de esta tecnología para la vida y la salud. La situación planteada por la pandemia del coronavirus pone en evidencia la importancia de la tecnología para comunicarnos, pero al mismo tiempo nos muestra sus carencias, sus dificultades, su incapacidad para contactos reales. Y de otro lado la pandemia ha resaltado las bondades de la vida en casa, de la vida más lenta y con opción de cocinar, de aquietar la mente, de tener momentos para el ocio creativo.

Y viene el debate sobre la velocidad de la existencia. Ya Paul Virilio publicó en 1996 El arte del motor: aceleración y realidad virtual, donde llamaba la atención sobre el fenómeno de la aceleración en esta época. Y años después Carl Honoré publica en 2005 Elogio de la Lentitud, donde propone una nueva actitud: “Creo que vivir deprisa no es vivir, es sobrevivir. Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida”. “Hoy todo el mundo sufre la enfermedad del tiempo: la creencia obsesiva de que el tiempo se aleja y debes pedalear cada vez más rápido”. “La lentitud nos permite ser más creativos en el trabajo, tener más salud y poder conectarnos con el placer y con los otros”.

Y en el contexto del desarrollo evolutivo, el neurocientífico Lamberto Maffei publica en 2014 Alabanza de la lentitud (ver columnas de las ediciones 702 y 704), donde demuestra que el desarrollo del sistema nervioso humano tarda nueve años y que es necesario un proceso de acompañamiento lento, tranquilo, con juego libre, para un sano desarrollo de los niños.

Llegamos al momento de la pandemia infectados por dos virus: el de la prisa y el del culto a la juventud. Termino citando a Samuel Vásquez: “La poesía es la lectura lenta por excelencia. No se puede acelerar la lectura de un poema. No tiene sentido”.

Está sobre la mesa la propuesta del debate y la profundización sobre este tema tan crucial para el futuro de la humanidad. ¿Estamos sacrificando la vida y la salud a expensas del rendimiento y el dinero? Tal vez esta postura de Rudolf Steiner nos ayude: Se trata de “encontrar, dentro de la realidad existente, las soluciones exigidas por la vida”.

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1 Lo que significa que carece de suficiente energía para descomponer el ADN y causar daños celulares.

  • En este enlace: otras columnas de Jorge Vega Bravo
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