Me explico: cualquier antioqueño que se respete conoce muy bien que es una sopa de arroz, pero al momento de entrar en detalles las diferencias abundan, y todo comienza desde su nombre, pues si bien el genérico es “sopa de arroz” también se le conoce como: arroz de barranca, arroz de maromero, sopas de arroz atollado o sopa de pegote; no menos importante son las opiniones en cuanto a su consistencia final, pues hay quienes dicen que debe de ser calduda, otros que la prefieren totalmente pegotuda, (cual rissotto), algunos más la exigen en un término intermedio; los hay quienes la reconocen por su color amarillo pollito (completamente azafranada), pero también quienes la prefieren de un blanco celestial; sin embargo, donde realmente pululan las diferencias es en la concepción de sus acompañamientos.
No voy a tomar partido; voy si a atreverme a decir que el punto de partida para todas las versiones es una sopa con carne en polvo o albóndigas y hogao. En otras palabras y sofisticando el argumento, esta simple descripción es la matriz y corresponde a la más auténtica sopa campesina de arroz. El asunto se complica cuando cada quien –con derecho propio– sustenta la sopa de sus recuerdos, es decir, la sopa de su madre, de su abuela, de sus tías. Y es en este punto donde he oído cosas como estas: “… en mi casa la acompañaban con tajadas de plátano maduro y torticas de choclo… mi mamá le ponía paticas de chicharrón y carne en polvo… mis tías la servían con tajaditas de papa frita y tortilla… donde mis abuelos no podía faltar el aguacate y además le coronaban a cada uno el plato con un huevo frito “ ¿Total? Ya entiendo porque me gustaba tanto la versión de el restaurante Casa Verde, sencillamente allí la servían con todo lo anterior, además de redondas y frescas arepas de bola y ají criollo.
No me cabe la menor duda de que este plato debería de ser otro de los adalides del recetario antioqueño, el cual con todas las arandelas mencionadas se convierte en estupenda representación, como plato de cocina campesina de dedo parado. Sin ir más lejos, tengo entendido que en el II Congreso Gastronómico de Popayán la delegación de alumnos de Cocina y Gastronomía de la Colegiatura Colombiana, presentaron en versión “nouvelle cuisine paisa” una equilibrada y mesurada cazuela con el nombre de “Sopa de arroz de cura en vereda” para una almuerzo de más de 300 personas, recibiendo los más sinceros elogios de personalidades (léase chefs) como Harry Sasson, Juanita Umaña e Ignacio Cajiao. Personalmente, en más de una ocasión he recibido en mi casa gente, no solo de otras partes del país, sino del otro lado del Atlántico a quienes he atendido con esta sopa… sin excepción, propios y extraños han coincidido en manifestar que se trata de un plato como para señores obispos de visita en hacienda cafetera.