Somos parte de la Tierra, de Gaia, un sistema autorregulado y complejo que James Lovelock describió en los años 70. Yo supe de esta teoría hace años, cuando estudié ecología, y me pareció fascinante porque, por primera vez, comprendí que los humanos no somos entidades separadas del planeta; somos tanto el problema como la solución.
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Yo veo a cada especie como una célula de este súper organismo que, al unirnos, creamos órganos (sociedades, empresas, ecosistemas, etc.) con funciones precisas. Pero, la especie humana ha olvidado que pertenece a ella y el sistema se enloqueció. Diseñamos nuestra sociedad pensando en La Tierra como fuente de insumos y sumidero de desperdicios de nuestro modelo lineal: extraer, producir, usar, tirar. Todo lo contrario al ritmo de la vida, que es cíclico.
El efecto más concreto que esta perspectiva humana ha generado en el sistema, es la inestabilidad climática, causada por el desbalance químico en la atmosfera, el suelo y el agua. De hecho, según el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), cada año de la última década fue uno de los diez más cálidos registrados; 2024 fue el año más cálido a escala mundial y el primero en que la temperatura media superó en 1.5 °C el nivel preindustrial.
Somos células desalineadas. Incoherentes. Pero podemos alinearnos. No podemos cambiar el mundo, pero si el entorno inmediato. Podemos crear “islas de coherencia”, como nombra Otto Scharmer, a partir de las cuales, el súper organismo que somos, busque nuevamente un punto de equilibrio en el que como especie podamos seguir existiendo.
Y estas ya están ocurriendo por todos lados y son fuente de inspiración. Tal es el caso de las iniciativas que hacen parte de la Red de Regeneradores en Movimiento de Visión Suroeste (www.visionsuroeste.com), proyectos que hace rato iniciaron su tránsito desde los procesos que degeneran el suelo, el agua, el aire, las comunidades humanas y no humanas, pasando por procesos sostenibles y que van más allá, buscando volver a generar condiciones de abundancia para todos.
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Este enfoque regenerativo busca encontrar posibilidades de bienestar humano, poniendo la conservación de la vida en el centro, contrario al modelo de desarrollo generalizado que ve la conservación (de ecosistemas, tradiciones culturales, economías propias, etc.) como un impedimento.
El verdadero problema no radica en un sector económico específico, sino en cómo lo diseñamos. Por ejemplo, una finca ganadera con potreros, a tala raza, puede ser una célula enferma, mientras que un arreglo silvopastoril, de densidad ultra alta, actúa como una célula sana que se regenera.
Gaia está enferma porque los humanos tenemos una manera enferma de relacionarnos con ella. Somos el problema, pero también la solución.
- PD: imposible no hablar de Trump, así que dejo abierta la reflexión sobre su efecto en el punto de quiebre sistémico que enfrentamos como humanidad
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