“Cada enfermedad tiene su especial sentido, pues cada enfermedad es una purificación. Uno tiene solamente que descubrir por qué y para qué”: Christian Morgenstern.
Me encuentro en la consulta cotidiana con la pregunta sobre el por qué y el para qué de la enfermedad. En las fases iniciales de las enfermedades graves y también en los trastornos crónicos -de tan difícil manejo por los métodos convencionales- siempre están las preguntas, las dudas. ¿Por qué a mí? Esto no es justo…
O aparece un elemento que no debemos dejar progresar por nocivo: la culpa. Pero también miedo, tristeza, rabia y toda la gama de emociones y sentimientos humanos.
En las enfermedades graves y en particular en la enfermedad tumoral, el ser humano pasa por varias etapas que los investigadores han llamado el valle de lágrimas. Primero hay una fase de shock, que va del miedo a la negación y a la rabia. Luego se baja al fondo del valle, con un período de depresión; esta es una fase de retirada, con aislamiento y tristeza; y más adelante, aparece una tercera fase, donde surge una nueva disposición, que pasa por la aceptación, la adquisición de nuevas fuerzas y la elaboración de proyectos.
Esto se acompaña de un proceso de reflexión que conduce a una nueva perspectiva de la enfermedad y permite a la voluntad curativa del paciente unirse con la voluntad curativa del médico y los terapeutas. Aparece la luz y se empieza a comprender el sentido de la enfermedad.
Creo que conocer estos pasos nos permite sentir que no estamos solos; que muchos seres humanos pasamos por estos procesos y también hacernos conscientes del momento en que estamos y dejarlo fluir como parte de un proceso.
¿Es la enfermedad humana una necesidad? ¿Cree usted que el dolor, el sufrimiento y la enfermedad son herramientas evolutivas para el ser humano? ¿Está relacionada la enfermedad con el destino individual de cada uno, o la vemos como un mero accidente?
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“Podemos separar los acontecimientos de la vida en dos grupos: los procesos y acciones planificados racionalmente con un propósito. Estos constituyen el ‘esqueleto’ de nuestra vida consciente. La relativa confiabilidad de estas estructuras significa apoyo y seguridad para el yo de cada uno, así como el esqueleto lo es para el cuerpo”.
Y de otro lado, “los sucesos y hechos no planificados ni buscados que surgen de las profundidades impenetrables de la existencia mundana y corporal del individuo, que en principio nos parecen ajenos, pero con los cuales debemos convivir. Solemos llamarlos hechos fortuitos” y a través de ellos el destino entra en nuestra existencia. Si tienen una connotación positiva, hablamos de ‘suerte’; si es negativa de ‘desgracia’. La mayor parte de las enfermedades hacen parte de estos sucesos no planificados, aunque a veces buscados inconscientemente.
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Si realizamos un trabajo de interiorización podemos llegar a comprender el sentido de la enfermedad. Este trabajo requiere apoyo de la familia, de un amigo cercano o de un terapeuta entrenado. También para una epidemia como la que vivimos en esta época, cabe la cuestión sobre el sentido de la enfermedad: muchas preguntas se han hecho alrededor de todo lo que la humanidad necesita cambiar para seguir su camino.
Este virus puede ser una estrategia evolutiva que convoca a la conciencia colectiva y nos invita a cambiar nuestro modo de relacionarnos entre nosotros, con los otros reinos naturales y con nuestra casa, la Tierra.
“La enfermedad es el túnel que la esencia del yo humano desea atravesar para seguir creciendo”: (H. Sieweke).
1. Poeta y escritor alemán: 1871-1914.
2. Therapeuein (gr.): cuidar, atender, aliviar.
3. Klaus Dumke, en el texto de M. Glöckler y J. Schürholz. El Cáncer y su tratamiento con Medicina Antroposófica. Ed. Antroposófica argentina. Buenos Aires. 2017.