La invasión europea de los territorios de los pueblos originarios de América condujo al exterminio de aproximadamente el 90 % de sus habitantes, quienes sucumbieron a causa de las guerras, el choque microbiano, el maltrato… Al mismo tiempo, los europeos deportaron a millones de africanos para someterlos al esclavismo. Esos expolios contribuyeron considerablemente al enriquecimiento del continente europeo que se benefició durante siglos del acceso gratuito al trabajo esclavo y a las materias primas de los territorios colonizados. Para tratar de justificar ese orden inicuo se inventó el racismo moderno.
La colonización enfrentó siempre la resistencia y la rebelión de los colonizados y esclavizados. En muchas ocasiones, esa resistencia fue militar, victoriosa en algunos casos, como la de los mapuches en Chile. Ellos frenaron al imperio español, obligándolo a establecer y a respetar tratados que reconocían su soberanía sobre sus territorios ancestrales. Finalizada la colonización europea, los herederos criollos del poder colonial continuaron las guerras de sometimiento y cruzaron la frontera constituida por el rio Biobío, ocupando cada vez más tierras indígenas.
La resistencia nunca ha cesado y adopta también formas pacíficas. En este sentido, en 1988 se celebró en Bogotá el primer “Encuentro de mujeres campesinas, indígenas y negras de América Latina y el Caribe”. Así comenzaba la campaña por los 500 años de resistencia indígena, negra y popular que recusa la idea del “Descubrimiento” de América o la del “Encuentro” de varios mundos y reivindica en cambio la necesidad de construir un orden más justo.
Estos movimientos encarnan la resistencia a la Colonialidad del poder, promoviendo acciones como aquellas de mayo de 1991, en las que sendos grupos de activistas ocuparon la catedral de Quibdó y la embajada de Haití en Bogotá, buscando visibilizar la existencia de los afrodescendientes en Colombia. De esta manera, inspiraban y sustentaban el trabajo de los delegados a la Asamblea Nacional Constituyente de Colombia, encargados de redactar la nueva constitución.
Es así como el trabajo militante de los movimientos sociales (mujeres, afrodescendientes, pueblos originarios, campesinos…) condujo a varios Estados de América Latina (Nicaragua, Brasil, Colombia, México, Paraguay, Perú, Bolivia, Ecuador, Venezuela y Chile, próximamente), a dotarse de nuevas Constituciones que los reconocen como naciones pluriétnicas y multiculturales.
Como líder, Francia Márquez es a la vez heredera y continuadora de esos movimientos sociales. Cuando fui estudiante en la facultad de derecho de la Universidad de Antioquia tuve la fortuna de tomar dos cursos con Félix de Bedout, padre del periodista del mismo nombre, quien nos alertaba sobre el rol del individuo en la historia. Desde entonces, evito el culto a la personalidad, sin desconocer que hay personas que por su talento y carisma están llamadas a desempeñar un papel central en ciertos momentos históricos. La foto reciente de Francia Márquez al lado de Lula Da Silva confirmó mi intuición de que ella es de esa estirpe.
Cuando Francia Márquez ofrece un abrazo a la persona que la agrede verbalmente, está poniendo en evidencia los vínculos ancestrales que la unen con la cultura africana. Según la filosofía del Ubuntu, una persona sólo puede desplegar su humanidad en la medida en que las otras desarrollen la de ellas. Por eso no es pertinente responder con violencia a una agresión, porque, para esa manera de ver el mundo, es esencial que la comunidad en la que se habita sea sana. En otras palabras, mi propia salud pasa por la salud de las demás, así como también por la del medio ambiente. Esa visión no se opone a la posibilidad de defenderse cuando una persona es agredida físicamente. No se trata pues de “poner la otra mejilla”, como postula cierta perspectiva cristiana.
En un país tan marcado por la violencia, la historia personal de Francia Márquez, su inteligencia, su coherencia atávica con los valores de sus raíces africanas, su coraje, entereza y humanidad pueden contribuir a la pacificación tan necesaria para un desarrollo próspero y equitativo.
Ginebra, agosto de 2022