Ya concluimos, ya nos quedó claro, que en Medellín no tenemos mayor idea de qué hacer con los lotes urbanos o semiurbanos. No hemos descubierto la manera de mantenerlos medianamente organizados, aseados o -claro que ya es mucho pedir- guadañados.
Lotes que están engordando, que probablemente pagan un bajo predial y que de un momento a otro se negociarán con enorme ganancia para un nuevo proyecto comercial o de vivienda. Pero mientras esto ocurre, son un golpe para el ojo, un atentado a la estética y un insulto al resto de habitantes de Medellín.
Y un mensaje a propios y extraños de que todavía tenemos mucho por aprender sobre cómo manejar la ciudad.
Baje usted desde el aeropuerto hacia El Poblado, por ejemplo, y va a encontrar que a medida que se acerque a la ciudad estos lotes a borde de carretera son más feos y su vegetación más agresiva. Tome la vía José María Escrivá (o sea, la loma empinada que lo lleva hacia ISA o El Tesoro), mire detenidamente los costados de la vía y sabrá de qué le estoy hablando.
Detenga su mirada en los muros de contención hechos con gaviones (canastas de malla llenas de piedra) y verá que ya las mallas no existen y las piedras se están rodando por la presión del terreno. ¿Cuánto tiempo llevan esas piedras tiradas sobre la acera? Le aseguro que más de un año. ¿A nadie le estorban?
¿Qué sigue? Obvio, más y más piedras cederán y finalmente el talud se rodará y taponará la vía. Posiblemente el próximo invierno o el que sigue, pero este derrumbe, más temprano que tarde, ¡se va a venir!
Con la muy alta probabilidad de que el derrumbe se lleve por delante uno o varios vehículos, bicicletas o peatones que suban o bajen por ahí justo en ese momento. Y de que haya víctimas qué lamentar.
Además de la incomodidad y el oso de categoría mundial por tener que cerrar vía tan importante durante varios días, quizá semanas…
El problema es que este derrumbe anunciado está ubicado justo en el tramo que todos olvidaron. Valorización no lo toca, pues su proyecto termina en ISA y lo que ocurra de ahí para arriba no es de su incumbencia. No es una vía urbana, pero tampoco es rural. La acera parece no ser importante, pues alguien debe suponer que por ahí pasa poca gente.
Sin embargo, es nada menos que la conexión más importante entre el sur del Valle de Aburrá y el Oriente antioqueño, incluyendo el aeropuerto. Pero nadie se da cuenta, o si se da, supone que no es importante, no es grave. Ninguna entidad actúa.
Federico, o en su defecto algún secretario o subsecretario que pase por ahí, deténganse un rato, miren bien y reaccionen. Hay que intervenir rápido, hay que reemplazar cuanto antes esos gaviones. Por simple autoestima y para evitar problemas y vergüenzas mayúsculas.
Siguiendo con los lotes, tiene que existir alguna manera de estimular, por no decir obligar, a los dueños a que asuman responsabilidad sobre su mantenimiento. Está bien, que lo realice el Municipio de manera directa o a través de contratistas, pero que la cuenta le llegue al dueño en la factura del predial.
No se trata de que los lotes se conviertan en jardines, aunque sería ideal. Simplemente que se poden de manera metódica y periódica. Y que los cercos, por favor, sean decentes, no unos alambrados oxidados y destemplados precariamente colgados de estacones carcomidos.
No parece una tarea tan complicada. El ingrediente principal es simple: un poco de liderazgo por parte del alcalde o de concejales con sentido de pertenencia por la ciudad.
Y ojo con el derrumbe. Se va a venir…
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