Se busca inspector de aceras
/ Juan Carlos Franco
En general ha sido buena la norma que exige a los constructores ampliar las vías y construir las aceras en el frente o alrededor de sus obras. Se termina un edificio y es agradable caminar por ahí, se percibe calidad de vida, la sensación es de ciudad desarrollada.
Las aceras hechas por estos particulares obligados por la norma quedan buenas, amplias y hasta con baldosas corrugadas para que circulen con alguna seguridad los invidentes. Y la mayoría de las veces caen en cuenta de no atravesar postes y cables tensores por todo el centro. Toda una demostración de que hacer una buena acera no es una ciencia oculta ni física cuántica sino simple sentido común por parte de los funcionarios de la Alcaldía que las planean o aprueban. O por parte de los contratistas que las ejecutan. Es que son demasiadas las aceras del Poblado y de Medellín que no fueron planeadas sino… perpetradas!
Lo malo de esta norma es que transfiere a los particulares la responsabilidad de las aceras. El Municipio se desentiende y aleja el tema de sus prioridades. De modo que mientras no haya edificio nuevo a su lado, un tramo de acera no se cambia ni se mejora. Se abandona.
Como resultado, El Poblado está lleno de vías que tienen una cuadra con la acera decente y la siguiente, donde no ha habido proyecto reciente, en que la acera no existe. O si existe, es estrecha, con obstáculos o totalmente deteriorada.
Otra cosa es que a los constructores se les permite hacer la acera al final de la obra, cuando debería ser lo primero. ¿Por qué razón no se les exige algo tan simple, que tendría un alto impacto sobre la calidad de vida de los peatones?
En algunos casos la acera está al lado de un lote que ni se compra ni se vende, y en otros al lado de antiguas propiedades. Por ejemplo, suba usted por Los Balsos, arriba de la Superior, y de inmediato se encuentra un convento a mano izquierda, cuyo muro de cerramiento llega hasta la propia vía. Vía que se ha vuelto una de las más transitadas del Poblado y de Medellín. Todos los peatones deben caminar por la cuneta o por la propia calle. ¿Qué voluntad política tiene o con cuáles instrumentos legales cuenta un alcalde para intervenir aquí a favor de la ciudadanía?
Qué mala señal es que la calidad de una acera, o incluso su propia existencia, dependa de que la propiedad del lado se desarrolle. O que solo pueda hacerse después de que se reconstruya la vía. Siempre de última, siempre dependiendo de que otras cosas pasen.
Y resulta que es justamente al revés, lo que más calidad de vida trae a los ciudadanos de una urbe como Medellín es tener buenas y suficientes aceras, incluso más que las propias vías.
Por lo visto hasta ahora, seguiremos esperando por años y años al alcalde o líder político que cambie las prioridades, que no se aguante esta colcha de retazos. Que se vuelva él mismo un inspector de aceras o que designe a alguien para que lo haga.
Así como durante muchos años existió el alcalde verde (Jorge Molina Moreno, de grata recordación) para dotar a Medellín del mayor número posible de árboles, ¿por qué Aníbal no designa a alguna figura equivalente, incluso sin sueldo, para que inspire, motive, enseñe y denuncie sobre aceras?
Al menos que empiece por El Poblado y luego se extienda a otras comunas.
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