/ Juan Carlos Franco
Desde hace años me mantiene intrigado y muy preocupado nuestra discutible decisión de invertir casi un billón de pesos en el Túnel de Oriente. No porque sea malo en sí tener un túnel, sino porque a pesar de tanto dinero solo tendremos un túnel bidireccional. O sea, de calzada simple. Sobrepasos prohibidos. Por eso en esta columna, con frecuencia, afirmamos que es un proyecto cojo. Y así se quedará durante sus primeros cinco o más años de operación. Con sobrepasos prohibidos. Como el Túnel de Occidente, pero el doble de largo.
Tuve recientemente la oportunidad de atravesar un gran número de túneles de carretera en Europa. Algunos de ellos muy largos, como el de 11,6 km que une a Francia con Italia por debajo del Monte Blanco. O el de San Gotardo, en la Suiza italiana, que mide casi 16 km. Interesante porque ambos túneles son bidireccionales, como lo será el nuestro. Y más largos, pues el de Oriente “solo” tendrá 8 km. Estas son las conclusiones: Atravesar estos túneles es relativamente ágil y sin inconvenientes. Se debe estar muy concentrado, pues hay que mantenerse con precisión dentro del carril, guardar distancia prudente con el de adelante (150 m) y conservar velocidad constante. El problema está en el acceso. Una autopista de doble calzada debe pasar a calzada simple de un momento a otro. Y eso es un desastre. Colas interminables por lado y lado, en especial en el túnel del Monte Blanco. Y si además hay que pagar peaje, a armarse de paciencia. Hora y media fue nuestra espera en el Monte Blanco. Ah, y si le parecen caros los peajes de por aquí, sorpréndase por los 46 euros que allá le costará cada cruce, ¡140,000 pesos! En San Gotardo no hay que pagar peaje pero la cola para entrar también es considerable la mayor parte del año, solo por la necesidad de pasar de dos carriles a uno.
Entonces, si allá no tienen problema en hacer estas colas, ¿por qué nos quejamos tanto en esta columna? Muy sencillo, porque nuestro túnel está anunciado como la conexión más ágil entre Medellín y el aeropuerto y el Oriente y Bogotá y todo lo demás. ¡La obra magna que le faltaba a Antioquia! ¡Ahora sí despegaremos!
Y puede que sí sea ágil atravesar el túnel. Pero ¿qué tanto lo será ingresar a él? El flujo vehicular que tome Palmas (doble calzada) para entrar por la boca occidental, arriba del Seminario, tendrá que organizarse en fila india y pagar peaje en algún punto. Igualmente los que salgan muy raudos del aeropuerto por el corto tramo de doble calzada actual a tomar el Túnel, pronto se encontrarán la cola para pagar e ingresar. ¿Cuántos se devolverán? Por más casetas de peaje que pongan, el mero hecho de pasar de dos carriles a uno tiene un efecto devastador sobre el flujo de tráfico. Pregúntele a los usuarios del Túnel de Occidente si esto le parece exagerado.
Entonces quienes prefieran llegar ágilmente al aeropuerto y otros destinos dudosamente lo tendrán como su ruta favorita, pues con frecuencia tomarán más tiempo por el Túnel que por alguna de las vías alternas. Por ejemplo, la variante actual entre Indiana y Sajonia. Y ni hablar del peaje del Túnel, que probablemente sería el doble o más que por cualquier otra vía.
Eso sin contar la alta probabilidad de que a lo largo de 8 km de vía subterránea ocurra algún incidente. Un carro varado, un camión descuadrado, cualquier choque pequeño de latas puede bloquear durante horas el túnel completo. Para terminar de complicar las cosas, abrir al tráfico el segundo hueco y construirle doble calzada a toda la vía entre el Seminario y Sajonia depende del dinero que se recoja en la primera etapa. Menos gente usando el túnel implicará mayor aplazamiento de la segunda etapa.
¡Caracoles! Aunque no estemos en Suiza, por ahora lo único sensato parece ser encomendarnos a San Gotardo.
[email protected]