¿Cómo asegurar que, tanto la administración municipal como el público en general, le brindemos al Jardín Botánico la importancia que merece?
El cuatrienio del actual alcalde de Medellín se sentirá como el más largo en memoria reciente, pues todo indica que seguiremos abrumados por un temor generalizado de que la ciudad no está en buenas manos. Temor generado por la improvisación y falta de preparación real para tan complejo cargo. Y por esos inocultables motivos politiqueros que destruyen y polarizan. Justo lo opuesto de lo que necesitamos.
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Sin duda, mucho para preocuparnos por nuestra ciudad en este comienzo de año. La pandemia nos ha aumentado el desempleo, el desplazamiento, la miseria, etc. Además del cierre definitivo de incontables restaurantes, bares, hoteles, sitios nocturnos y centros de eventos.
Y de tantas entidades públicas y privadas en necesidad de salvamento, quizá la que debería recibir más cariño y apoyo constante por parte de los medellinenses es su Jardín Botánico. Por su belleza, su historia, su relevancia científica, y, por supuesto, sus enormes impactos positivos -ambientales y culturales- sobre todos los estratos sociales.
En una ciudad tan dominada por pavimento y vidrio, por humo y gases tóxicos, una ciudad que por décadas se concentró en arrasar, en “desarrollar” tantas zonas verdes como fuera posible, encontrar este espacio arborizado continuo, de más de 13 hectáreas, es excepcional.
Todo en el Jardín Botánico es sorpresa positiva: para empezar, la entrada es gratis. Estando tan acostumbrados a pagar por todo, pasar de largo por la entrada genera una extraña sensación de hacer algo ilegal o indebido.
Y luego, al caminar por el Jardín, son sorpresa la cantidad y la calidad de las especies arbóreas, la mayoría nativas. Incontables árboles gigantescos, muchos más que centenarios. Senderos sombríos perfectos para pasar varias horas caminando, aprendiendo, tomando fotos o simplemente respirando limpio.
Excelentes colecciones temáticas y de conservación dignas de los mejores jardines del mundo, cursos de todo tipo, dos restaurantes, lago, mariposario, laboratorio…
Al no cobrar la entrada y estar disponible para todos los estratos, sus ingresos -y sus empleos- dependen de los eventos públicos y privados que, obviamente, no se han podido realizar desde hace un año. Y de contratos de jardinería y paisajismo que se han recortado de manera dramática.
Qué reto tan complejo: ¿Cómo recuperar pronto, antes de que sea demasiado tarde, los ingresos y la vitalidad natural de una entidad tan importante para Medellín? ¿Cómo asegurar que, tanto la administración municipal como el público en general, le brindemos la importancia que merece?
Muchos habitantes de El Poblado, la comuna con mayores posibilidades económicas de Medellín, seguramente están en posibilidad y disposición de utilizar de manera más activa los servicios profesionales del Jardín. Además de visitarlo, por supuesto.
En su defecto, donaciones generosas -y ojalá frecuentes- no estarían nada mal. ¡Nuestros nietos, y los de ellos, nos lo agradecerán!