Rituales en la vida moderna

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Por: Jorge Alberto Vega Bravo
Salir del terruño es una experiencia que enriquece el alma y despliega el horizonte de la conciencia. Escribo desde Dornach-Suiza donde participo en la conferencia Anual de Medicina Antroposófica en el Goetheanum (Universidad Libre de la Ciencia Espiritual). El compañero de silla en el trayecto Medellín-Barcelona fue el ingeniero civil, Germán Poveda Jaramillo, hijo del Dr. Gabriel Poveda Ramos; Germán es parte del comité internacional para el estudio del cambio climático y se ocupa de procesos de investigación que estudian su relación con la salud humana.
Hago conciencia, escuchándolo, de la importancia de los pequeños rituales de la vida cotidiana. La vida humana saludable depende de los ritmos, de los hábitos. Este proceso se inicia en la infancia con la imitación de los ritmos que nos proponen los padres. Si estos ritmos tienen coherencia y orden elemental, se acercan a los llamados ritmos circadianos (del latín circa-dies: cerca al día) y son la base de la vitalidad del ser humano. La vida humana está relacionada con el ritmo; en el sistema rítmico (corazón y pulmón) se tejen los procesos de la salud. Levantarse y acostarse en relación con los ciclos de luz y oscuridad, comer a horas, estudiar o trabajar el tiempo justo y necesario, permite al organismo mantener sus ciclos diarios de producción de hormonas, de eliminación de desechos, de vigilia y reposo. Cuando nuestros ojos perciben oscuridad se produce en la glándula pineal la Melatonina, que alcanza su, máximo pico en la mitad de la noche y contribuye a la regulación del ciclo de sueño.
Los procesos de regeneración y reparación de la vitalidad son especialmente intensos entre 11 p.m. y 3 a.m. Los seres humanos que están despiertos en este período no se recuperan bien y van acumulando débito en sus fuerzas vitales.
Al lado de estos hábitos están los rituales y las ceremonias que permiten la formación del sentimiento religioso y de admiración en el niño. Allí nacen la devoción y el respeto y se cultiva la necesidad de unirse con la totalidad: eso es re-ligar, base del sentimiento religioso. El niño está contento cuando da gracias por los alimentos, cuando escucha un cuento de hadas y se conecta con su ángel antes de ir a dormir, cuando puede admirar a la naturaleza y a otros seres.
Los ritmos vitales presentes en los hábitos y en los pequeños rituales constituyen el soporte de una estrella de cinco puntas, imagen de nuestro cuerpo vital. En él fluyen cinco corrientes que mantienen la vida en el cuerpo físico. La tercera corriente se nutre de las actividades artísticas: un ser humano que pueda realizar algo creativo con sus manos, con la palabra, con el color o el sonido, será más vital. El segundo septenio es un momento particularmente importante para el despliegue artístico: todo niño entre 7 y 14 años es un músico nato, es un artista plástico: es necesario despertarlo.
La cuarta corriente del cuerpo vital se desarrolla con la vivencia de totalidades: contemplar un bello paisaje en silencio y sin juicios. Escuchar una hermosa música, entrar en contacto con un ser humano desarrollado -con su yo presente-, permite al niño sentirse parte del todo.
El nutriente más importante del cuerpo vital humano es la verdad: La mentira debilita las fuerzas vitales y el sentimiento de veracidad las fortalece. Vivimos en una cultura mentirosa, que utiliza el engaño, el eufemismo, la trampa, para obtener beneficios. Unos padres coherentes, que llevan su pensar, su sentir y su actuar en la misma dirección, permiten un desarrollo sano del niño. La veracidad es la corriente que envuelve y completa esta estrella del cuerpo vital humano.
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