El Viaje de ida y vuelta a Alaska de Ricardo y Sara lo terminaron en agosto un recorrido de un año realizado en carro: terremoto, nieve hasta las rodillas, testigos solidarios y la compañía de Chavo… así fue la aventura.
Por Sebastián Aguirre Eastman / [email protected]
Aún contaban su noviazgo en meses cuando Ricardo le propuso a Sara la idea: irse en carro desde Medellín hasta Alaska -en realidad, desde Ciudad de Panamá, pues el carro iría hasta ese puerto a bordo de un buque que parte desde Cartagena-.
Eso fue en diciembre de 2016. Ambos se habían conocido en Auteco, donde Ricardo fue jefe de Sara en un área comercial. Y hubo química. Tanta, que ella fue la única que le copió la idea de irse hasta el extremo norte del continente por carretera. Infructuosos habían sido los esfuerzos de él para convencer a familiares y amigos, la respuesta no pasaba del “ah, chévere”.
Ricardo venía con el cuento desde hacía diez años. Por su afición por los carros y las motos supo del ralli Panamá-Alaska, que se corrió a principios del presente siglo, y luego conoció la historia del ferry que conectaba a Ciudad de Panamá con Cartagena.
El desapego tras un anhelo
Sumó razones tras conocer la historia de una familia argentina, los Zapp, que a bordo de un Graham Paige de 1928 recorrió el mundo en un viaje de 16 años, incluyendo el trayecto Argentina-Alaska. Hizo sus cuentas, Sara las suyas, vendieron cuatro carros (un FJ40 modelo 82; una Pick Up International modelo 34, un FH Cruisser del 2010 y un Spark), vendieron pertenencias personales y a cambio compraron por $28 millones una Ford Runner 4z4 modelo 1999, en la que invirtieron hasta otros $20 millones para adecuarla de forma que les sirviera como transporte y como alojamiento.
Tras renunciar a sus trabajos -él en Auteco y ella en una empresa de su familia- viajaron en avión el 20 de agosto de 2017 junto a Chavo, su perro salchicha, desde Cartagena hasta Panamá, no sin antes sortear la tramitología del puerto colombiano que, tras 10 días de diligencias, por poco los hace perder el vuelo y el embarque del carro en el buque que lo llevó hasta Centroamérica.
Con el perro no tuvieron ningún problema en las fronteras ya que llevaban los papeles en regla del ICA. Solo se los pidieron en el cruce de Panamá a Costa Rica.
En Centroamérica disfrutaron de las playas de Costa Rica y apuraron el paso por Nicaragua. Estaban en México durante el terremoto de septiembre de 2017 y pensaron que en vez de un movimiento telúrico, alguien les estaba sacudiendo el carro. Se enteraron al otro día por los mensajes de sus amigos y familiares.
En diciembre de 2017 entraron por Texas a EE.UU. En ese país durmieron en parques naturales, parqueaderos de centros comerciales y en las casas de familiares. Hubo ciudades en las que prolongaron su estancia; en Portland permanecieron por tres meses debido al invierno de fin de año e inicio de 2018.
En Alaska, paradójicamente, solo estuvieron ocho días a finales de marzo de 2018, pues el frío no los dejó. Ricardo recuerda que la nieve cubría sus piernas hasta las rodillas y la neblina hacía difícil la manejada.
Al viaje llevaron 10 mil dólares -cerca de 30 millones de pesos-, pero en el camino recibían donaciones y aportes de curiosos que leían la leyenda “Ayúdanos a hacer nuestro sueño realidad” en una calcomanía pegada al carro. A veces no llegaba nada, otras se aparecía alguien con un billete de 50 dólares. Una tanqueada, 200 millas más.
A Medellín volvieron en agosto pasado. Sara regresó a sus labores en la empresa familiar y Ricardo comenzó en una startup financiera. Ya sueñan con volver.