Le escribo una carta a la que, tal vez, ha sido la red social más importante para el mundo de la política. Una red de la que se dice por estos días que muere; pero, que llevaba un tiempo agonizando.
Te escribo como escriben los nostálgicos. Con algo de pena, también con rabia; pero, sobre todo, llena de recuerdos. Antes de conocerte ya había tenido relaciones con Facebook, red que me permitió conectar con muchas personas que no veía hace años, estar en grupos que bien podían hablar del plato favorito de Crepes and Waffles o de la próxima marcha que se convocaría para protestar en contra de la violencia. Pero contigo, todo fue diferente.
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Nos conocimos en febrero de 2009, es decir que pronto cumpliremos 13 años, y desde ese momento contigo comenzaron a pasar cosas especiales. Vivimos juntos la Primavera Árabe, donde fuiste protagonista. También ayudamos a que leyes como Sopa no fueran tan hostiles con los derechos digitales, y en Colombia tumbamos dos leyes Lleras que, aunque terminaron saliendo, tuvieron que devolver muchos de sus pensamientos alrededor de los derechos de autor. En nuestra historia también derribamos Reformas, recogimos dinero en #Twitteratones para quienes sufrían las inclemencias del clima, protestamos simbólicamente en espacios como la #Corzatón y, es más, cuando trabajamos en El Colombiano, nos ganamos un premio por contar historias bajo la disculpa de una #Twittercrónica.
Teníamos mucha vida social. Solíamos coquetear con #TragasTwitteras, nos mandábamos #FF los viernes, nos reuníamos a hablar de las transformaciones del mundo digital en los #CaféSM, íbamos juntos a los Campus Party y nos emocionaba conocer alias que luego se convirtieron en personas que admiramos. ¿Te acuerdas de @solano, @sebasgrisalesr, @soreygarcia, @mariae22, @cataurrea, el odioso @angelfire o el adorado @juanesg? Con todos nos terminamos cruzando en la vida de carne y hueso, gracias a ti que solo volabas y nos hacías amigos. Es más, hoy día trabajo con @gallinaastuta.
Pero, Twitter, nos empezaste a cansar. De ser un pájaro que nos convocaba para luchar por las injusticias, que nos abrazaba a todos con sus alas, aunque pensáramos diferente; te convertiste en un ave señaladora, hostil y que solo veía en blanco y negro, en un ser que odiaba. Debo decir que te convertimos, porque no eres el único que tiene la culpa. Con tu cambio, regaste por el mundo discursos de odio, violencias contra las mujeres, xenofobia, regaste terror. Muchos, incluso, te abandonaron porque se cansaron de que ya no les dieras calma. Otros, como yo, dejamos de luchar a tu lado por temor al insulto y al señalamiento. Twitter, comenzaste a suicidarte, te comenzaste a morir lentamente.
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Hoy muchos dicen que te mueres y lo hacen porque tu nuevo dueño te ha enjaulado y como sabe que cantas melodías que se pueden convertir en oro, te quiere amarrar las alas para soltarte solo cuando entregues dinero. Yo, en cambio, creo que desde hace rato te venías muriendo y que como eras un producto colectivo, parecía que te queríamos muerto.
Políticos, ciudadanos, empresarios, estudiantes, profesionales, aficionados, todos hicimos algo por matarte y en este mismo hoy que parece agrio, muchos estamos tristes.
Hace poco Sorey decía en su cuenta: “No sé si Twitter se acabe, solo sé que me cambió la vida, me dio amigos y amigas, valentía y oportunidades, no diré que lo extrañaré, pero al inicio claramente cambió mi vida”. Yo solo sé que, si sobrevives, tenemos una deuda: cambiarte de nuevo la vida, tu forma de existencia.