Que de verdad nos enseñen a todos –conductores, motociclistas, ciclistas y peatones– a circular por las estrechas y azarosas vías de esta ciudad
/ Juan Carlos Franco
Ahora que termina en Medellín el 4to Foro Mundial de la Bicicleta, me pregunto: ¿Qué puedo hacer yo, que aún no me muevo por la ciudad en bici? Yo, que me considero moderno, buen ciudadano, responsable con el medio ambiente, en buena forma física con mi medio siglo a cuestas… ¿cómo hago para usar más la bicicleta y lo menos posible el carro?
Veamos. Para empezar, viviendo en El Poblado, el asunto principal son las lomas. Muy pocos de mis desplazamientos no involucran subir o bajar un buen trecho. Bajar a la Avenida, trabajar, hacer alguna gestión en la Inferior, seguramente un paso breve por la Superior, volver a bajar, volver a subir. No hay que desanimarse, gajes del oficio. ¿Qué harían Nairo o Rigo en mi caso? Claro, entrenar, rediseñar rutas y en pocos meses estaré listo para desafiar nuestras pendientes. Tema superado.
Siguiente asunto: el tráfico. Complicado y con tendencia a empeorar. Si casi no hay espacio para aceras en El Poblado, ni hablar de ciclovías. Compartiré vía con todos los vehículos grandes, medianos, pequeños y claro, las motos. Pero bueno, muchos peatones y ciclistas ya lo hacen, ¿por qué yo no? Solo debo vencer mi absurdo pánico a ser atropellado. Y debo circular solo por la derecha pero estar preparado a atravesar la vía cuando necesite girar a la izquierda. ¿Cómo me entenderán los conductores esta maniobra?
Pasemos ahora a la contaminación. En carro, por más que yo la esté aumentando con las emisiones del mío, al menos puedo cerrar las ventanas y aislarme temporalmente. En bici es más complejo, pues inevitablemente estaré mucho más cerca de los tubos de escape de toda la fauna automovilística, busística, camionística y motística de Medellín. Pero de qué me quejo, en todas partes venden mascarillas antigases. Hago nota mental de conseguir un buen surtido.
Caigo en cuenta de que con frecuencia me quedo hasta después de las 6 en la oficina. ¿Cómo será regresar a casa de noche, compartiendo hora pico con los vehículos? Claro, conseguirle luces delanteras y traseras a la bici. O mejor, ¿la dejo en el trabajo y regreso en taxi? Tema sin resolver.
¿Y si tengo que llevar o recoger ropa en la lavandería, o comprar el ajuste del mercado? No problem, para eso inventaron las canastas delanteras o traseras. Ok, ¿y si llueve? Nota mental de conseguir impermeable completo, con capucha y protector de zapatos.
Siguiente asunto. Con frecuencia no estoy solo en mi carro; tengo que llevar o recoger a mis hijos en alguna clase o en casa de un amiguito. Caramba, ¿qué hacer? ¿bicicletas para ellos? No, no parece práctico ni seguro. Y qué susto con el tráfico. Sigamos por ahora recogiéndolos en carro mientras se nos ocurre algo mejor.
En fin, no la tengo fácil. Es imperativo hacer cambios radicales en mi estilo de vida y mis costumbres. Mi familia entenderá. Tal vez mi esposa me reemplace (en carro, obvio) en las pequeñas misiones diarias que ya no podré cumplir.
Entretanto, para facilitar mi proceso, humildemente le pido al alcalde que me ayude. Que al menos me prometa que de pronto va a considerar la posibilidad de empezar a pensar en proponer que tal vez un día apliquen un mínimo de control de las emisiones vehiculares, para que mi sana intención de usar la bici no vaya en contra de mi salud pulmonar. Ciclistas, motociclistas y peatones mucho lo agradecerán. Que también haya algunas ciclovías por El Poblado, las cuales pagaríamos con gusto si nos las cobran por valorización. Porque esas sí que valorizarán las propiedades cercanas.
Y que de verdad nos enseñen a todos –conductores, motociclistas, ciclistas y peatones– a circular por las estrechas y azarosas vías de esta ciudad.
opinion@vivirenelpoblado