Los restaurantes seguirán siendo una parte esencial del estilo de vida de las personas. Pero esta experiencia debe también acompañarse de lo virtual.
La aceleración de la digitalización del mundo en general ha tomado alas y prendido motores durante la pandemia. Tanto así que hasta el servicio de alimentos se vio obligado a adaptarse a paradigmas nuevos y, para muchos, más cómodos, detrás de los fogones, realmente retadores.
Desde hace unos años el comensal se ha estado moviendo hacia una definición más “digital” de hospitalidad, donde a veces la experiencia triunfa sobre la comida. Un cambio, a mi modo de ver, aterrador. Pero son parte de los retos que traen como externalidad las nuevas tecnologías.
¿Qué buscan finalmente los restaurantes en el espacio digital? La respuesta, creo, es: conexión humana. En tiempos “normales”, ningún otro sector económico o industria hace el contacto humano mejor que el servicio de alimentos; es esencial para su desarrollo, para sus ventas, para su supervivencia, para la fidelización de sus clientes.
Por lo tanto, adaptarse a los nuevos medios y, en particular, a las redes sociales debería ser mucho más fácil que tener que aprender a conectar a las personas. El modo de conectarnos y de abordar la industria de la restauración cambiará, pero incluso en esta nueva realidad los restaurantes seguirán siendo una parte esencial del estilo de vida de las personas, y allí nada reemplazará al sabor, a lo esencial.
Estoy convencido de que el servicio de alimentos está en una posición única para prosperar en esta nueva avenida, utilizando los nuevos medios de comunicación, pero no dejándose manipular por ellos. En estos tiempos de incertidumbre, en que cerrar parcial o definitivamente ha estado en el horizonte, las redes sociales aparecen como un reducto de conexión privilegiado entre negocios gastronómicos y sus clientes.
Ser “instagramable” o no ser, tal es la pregunta. Mantenerse dinámico, genuino, activo y vital en las redes sociales es hoy, en el proceso de reactivación de la industria, tan importante como lo es en el propio negocio. Por fortuna, el universo gastronómico local lo entendió y está incursionando y fortaleciendo su presencia en las redes sociales de manera apetitosa.
Para mí, una de las consecuencias más observables y positivas que trajo la pandemia al sector de los restaurantes, bares, cafeterías y hoteles es la desaparición paulatina del poder de los influenciadores. Me refiero aquí en particular a aquellos que saben más de tomar fotos que de reflejar emociones a través de la comida; que venden los “likes” como clientes, que cobran indebidamente por sus servicios y que, encima, no pagan sus consumos. Unos parásitos para los negocios, que no aportan a las ventas y que, sin saber de comer, venden su ética al diablo, al mejor postor.
Poco a poco vamos volviendo a nuestros negocios favoritos, degustamos los platos favoritos, nos reconectamos con aquellos momentos que generan felicidad. Nuestra presencia y consumo son un regalo y espaldarazo para cada negocio. Ahora, esta experiencia análoga, gustativa, auténtica acompañémosla con un apoyo adicional en los medios virtuales, siendo igual de críticos como lo podemos ser en la vida real.
Comprendiendo que una experiencia complementa la otra, y permite mantener las papilas gustativas alertas y dispuestas a experiencias reales deliciosas.