/ Elena María Molina
Pasamos la vida pensando y creando ideas sobre la dicha, la felicidad y las metas a alcanzar. Qué bien. Planeamos nuestro futuro con urgencia y siempre anhelamos más, más, más. Más de lo que tenemos, más de lo que incluso podemos manejar y soportar. Es importante anhelar, pero más importante aún es que estos propósitos no perturben la vida y se conviertan en tensión, que estos anhelos no creen vacío y sensación de carencia. A la tensión siempre la persigue muy de cerca la depresión. Sobre todo, como dicen los sabios, eso de someter la vida a las ideas que uno tiene sobre lo que deberían ser la felicidad, el poder, el goce, los logros, en vez de hacernos más felices nos pone siempre en sensación y en situación de carencia. Nos empiezan a faltar los cinco para el peso… para la felicidad.
Nunca ninguna persona, ninguna riqueza, ningún objeto exterior podrá satisfacernos totalmente. La búsqueda de seguridad y estabilidad es una meta imposible de lograr, imposible de proteger. Es más, de tanto anhelarla podemos entrar en esa insatisfacción que conduce al hueco, al gran vacío interior. La idea que nos hacemos de logro jamás nos hará felices porque no es más que una idea. ¡Y la vida, tan rica en oportunidades, no se deja encerrar dentro de una idea! Ella se resiste, no fluye, se estanca.
Encerrarse en una idea es irse contra las oportunidades.
Al leer al escritor y filósofo francés Denis Marquet vemos que su cuestionamiento sobre la felicidad es permanente. “¿La llave para ser feliz? Ella es doble: abandonar toda idea de felicidad; renunciar al poder sobre la propia vida. No pretendiendo más saber cuáles cosas deben ser para que yo sea feliz, yo autorizo a la vida para que me sorprenda. No viviendo más en función de una idea, salgo de la prisión mental y encuentro el sabor de mi cuerpo y de lo que siento”.
¡Pretendemos que las cosas sean como esperamos, pero qué tan bueno si logramos bajar la tensión y darle un gran sí, para que la vida nos asombre!
La belleza de la naturaleza, la mano del nieto, la sonrisa del ser amado, el abrazo de los hermanos, la llamada de un amigo, la solidaridad de toda nuestra gente, permiten sentir la felicidad en toda su intensidad y su expresión es tan libre, que es el sí más fuerte a la vida en su infinita sabiduría y riqueza.
Terminando este artículo, me encontró esta frase maravillosa de Rav Noaj Weinberg: “Si no eres feliz con lo que tienes, nunca serás feliz con lo que obtengas”.
Elena María Molina V.
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