La obra “Guerrilleros y soldados muertos”, en la portada de esta edición de Vivir en El Poblado, es una muestra del compromiso social y político del Maestro.
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En su preocupación permanente por los problemas sociales, económicos y políticos de la región y del país, Pedro Nel Gómez mantiene una conciencia clara de que esos procesos están atravesados por múltiples conflictos: guerra, desplazamientos, crisis en el campo y en las ciudades, abusos de los recursos naturales, corrupción. Y en no pocas oportunidades manifiesta que su papel como artista, incluso como artista políticamente comprometido, se ubica ante todo en hacer patentes esos conflictos, en generar conciencia de sus implicaciones y de la necesidad de tomar partido por la vida, la justicia, el trabajo y el desarrollo social.
La pintura mural al fresco en edificios y espacios públicos, que constituye, sin duda, lo más conocido de la obra de Pedro Nel Gómez, obedece casi siempre (y no solo en su caso) a criterios de manifestación explícita de ideas, que puedan impactar a un observador que, con frecuencia, está apenas de paso frente a la obra, pero a quien se pretende llevar un mensaje complejo. Esas características llevaron a que, hacia mediados del siglo pasado, cuando predominaba una valoración del arte a partir de sus formas y no de sus mensajes, los críticos descalificaran los frescos afirmando que eran retóricos y demasiado narrativos. Hoy, sin ninguna duda, los valoramos de manera diferente.
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Pero además de ese tipo de trabajos, Pedro Nel Gómez nos ofrece obras igualmente cargadas de sentido, pero planteadas desde un delicado simbolismo, alejado de toda retórica exaltada, y vinculado, más bien, con un ejercicio poético en los títulos.
“Guerrilleros y soldados muertos” es una acuarela que invita a la contemplación y a la reflexión silenciosa. El gran árbol florecido hace referencia a la extraordinaria belleza del paisaje, que es uno de nuestros valores más preciosos y reconocidos: nadie duda de su existencia real y todos sabemos que es un árbol nuestro. Pero, por eso, nos impacta tan profundamente la presencia de las aves carroñeras que, como ángeles nefastos de la muerte, parecen ocultarse entre la belleza. No vemos nada más, pero el título nos transporta más allá de lo visible. Tanto esplendor oculta una pavorosa tragedia de guerra y de muerte en la que, en definitiva, todos salimos perdiendo: perdemos a nuestros hermanos; poblamos el paisaje de cadáveres; pierde la vida. Pero, recordando la perspectiva de Pedro Nel Gómez, pierde el desarrollo, pierde el progreso social, pierden los más débiles, pierde la nación.