“El curso del año tiene vida propia”.
Contemplemos de nuevo el trascurso cíclico de la Tierra como una especie de gran respiración en relación con el Cosmos. El crecimiento vegetal en el curso del año, especialmente donde hay estaciones, nos brinda una representación parcial de esta exhalación e inhalación de fuerzas. La Tierra, que tuvo el aliento contenido durante el invierno (Navidad), ahora lo exhala y hace brotar la verde capa vegetal. En la época de primavera se celebraba, en la antigüedad, el inicio del año cósmico, con el primer signo del Zodiaco -Aries- a partir del 21 de Marzo. Muchas fiestas antiguas se celebraban en relación con el Equinoccio de primavera; los misterios griegos de Eleusis escogían el comienzo de la primavera para sus rituales de iniciación (experiencias extáticas de muerte y resurrección). Los judíos celebran la Pascua -Pésaj- para conmemorar el fin del cautiverio de manos de los egipcios: el paso de la esclavitud a la libertad.
Los cristianos ubican la fiesta de Pascua de Resurrección el domingo siguiente a la primera Luna llena de primavera. La Pascua constituye uno de los cuatro tiempos festivos relacionados con la respiración cósmica de la Tierra y con el inicio de las estaciones; ellos son una realidad para el alma que los hace conscientes.
¿De qué depende la verdad del pensamiento de Pascuas? Se pregunta R. Steiner. Esta verdad depende, por cierto, de cómo el hombre puede tener una representación de este hecho: “la entidad de Cristo pasó por la muerte, venció a la muerte, pasó por la resurrección… y luego se unió a la humanidad”. Pero para tenerla es necesario trascender el pensamiento corriente que liga la Pascua con el Viernes Santo y se queda en la muerte de Cristo. Recordemos que “la entidad de Cristo, descendió desde las alturas espirituales, se sumergió en el cuerpo de Jesús, vivió en el cuerpo de Jesús, y llevó las fuerzas de lo extraterrestre (espiritual) adentro de la esfera terrestre”. (Steiner)
La fiesta de Pascua recobrará su naturaleza interior cuando comprendamos lo siguiente: el hombre al nacer desciende al mundo terrestre y, por decirlo así, muere para el mundo espiritual. El hombre durante su vida terrestre tiende a olvidarse de lo supraterrestre, de lo espiritual. “Frente a este morirse del hombre en la vida terrestre se encuentra el pensamiento de Pascuas acerca de la victoria de la vida supraterrestre sobre la vida terrestre”. Cuando Cristo es bajado al sepulcro de la tierra, allí vence a las fuerzas de la muerte y recupera para la humanidad la opción de retornar al mundo espiritual, de no quedarse atado al mundo de la materia. En palabras del místico Ángelus Silesius: “No hay muerte más bella que la que genera vida; no hay vida más noble que la que nace de la muerte”.
El misterio de la Pascua de resurrección es el misterio del Yo humano individual que vence a la muerte y tiene un propósito de vida que abarca algo más que el lapso entre el nacimiento y la muerte. Es el misterio del retorno a la naturaleza humana y, por tanto, un tiempo propicio para trabajar en la gran tarea del “Conócete a ti mismo”. ¡Felices Pascuas para todos los lectores!
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Pascua: tiempo de renovación
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