/ Jorge Vega Bravo
Otro aspecto que nos permite comprender mejor las enfermedades a la luz de la Antroposofía, se basa en el enunciado de R. Steiner según el cual los síntomas comunes son, en la mayoría de los casos, expresión de una dislocación de procesos normales del organismo. “Esto significa que procesos que antes eran fisiológicos pasan a ser fisiopatológicos” (V. Fintelmann). Steiner resumió este enunciado con la expresión: “Pasa algo en un lugar equivocado”. Y el lugar no siempre se refiere a algo anatómico sino que se relaciona con una condición específica del organismo o con una función.
Ya hemos dicho, partiendo de la imagen del hombre que tiene la medicina antroposófica, que salud y enfermedad son procesos dinámicos que se intercambian continuamente en el organismo. La dinámica del cuerpo emocional (astral) nos jalona al desgaste, a la enfermedad: ‘Enfermamos porque sentimos’; y las fuerzas vitalizantes del cuerpo etérico (vital) propenden por la regeneración y la salud. Del sutil equilibrio entre estos dos vectores surgen el estado de salud o las diferentes enfermedades. Así podemos afirmar que “los síntomas patológicos son un reflejo de determinadas dislocaciones de las funciones fisiológicas” (Ibíd.).
La medicina antroposófica habla de cuatro grandes grupos de enfermedades que nacen de la polarización de las funciones normales del organismo: las esclerosis, el cáncer, las inflamaciones y las alergias. El primer grupo corresponde a las esclerosis o enfermedades con tendencia al endurecimiento (skleros: duro, en griego), de las que el ejemplo más frecuente es la arterioesclerosis. La tendencia normal al endurecimiento nos permite tener huesos duros y tejidos firmes, nos permite estar estructurados. En el caso citado esta tendencia se desplaza a las arterias, que se endurecen por depósitos de calcio y grasas y terminan generando infartos y otros trastornos. En el esqueleto el endurecimiento está en su sitio, en la arteria está fuera de lugar. Lo mismo podemos afirmar del grupo de las inflamaciones. Si estas no ocurrieran, no tendríamos procesos de renovación y regeneración. “Desde el momento en que estas propiedades básicas pierden su equilibrio funcional, se convierten en procesos patológicos” (Ibíd.).
Un grave problema es que a los médicos nos cuesta trabajo distinguir entre los síntomas de la enfermedad y los síntomas de la curación. En la medicina convencional esta distinción carece de significado, ya que se combaten también los procesos de autocuración y no las verdaderas causas de la enfermedad. Steiner habló de “sintomatología local engañosa”. La medicina antroposófica tiene presente el concepto de ‘autocuración’ y lo entiende desde las fuerzas que, partiendo del cuerpo vital, están trabajando en la reparación y en la búsqueda del estado de salud y también como una actividad del sistema rítmico humano (pulmón/corazón/timo) que trabaja en el equilibrio armónico entre cabeza (pensar) y metabolismo/extremidades (actuar). El sistema rítmico es responsable de la actividad sanadora y autocurativa del organismo. Por ello hemos afirmado que ‘la salud humana vive en el ritmo’. El sistema rítmico trabaja para reubicar lo que de se dislocó, lo que pasó en un lugar equivocado.
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