Amo las palabras. Tienen todas las potencialidades. Siento gran alegría buscándolas en la casa del oído. Podemos decir sólo lo que escuchamos. Por eso un sordo es casi siempre mudo: no tiene palabras en el oído para hacerlas propias, para recrearlas. La palabra está sufriendo una gran transformación en esta época de nuevas comunicaciones. Por ejemplo los emoticones han cambiado la manera de relacionarnos. Por un extraño azar, no tengo emoticones en mi W. app. Y no los quiero tener: quiero ponerles palabras a las emociones, no quiero relegar las palabras, no renuncio a ese sonido que se produce en el interior del prójimo cuando lee o escucha. Lluvia de emoticones en los mensajes, en las expresiones deportivas de alegría. ¿A dónde quedarán las palabras?
Estuve sentado frente a la pantalla viendo el espectáculo de la final de la copa de Campeones de Europa. Un encuentro con sello español, pero con ingredientes universales. El circo romano moderno en el estadio de San Siro en Milán, con un montaje teatral impecable, un preludio musical contemporáneo y de alta calidad (Alicia Keys y Andrea Bocelli), y unos actores-jugadores que se mueven de manera intensa y armónica detrás del balón, en busca del sueño colectivo de llegar a la meta (goal). El fútbol es el deporte que atrae más espectadores en “la civilización del espectáculo”. Un aspecto de su magia es provocar un sueño colectivo. Todos los aficionados son entrenadores, todos son parte del equipo y muchos se ponen la camiseta; todos gozan y sufren en una resonancia que pone evidencia el alma grupal de un colectivo, esa alma que compartimos con los animales. De hecho surge -con frecuencia- el animal en este deporte. Adentro y fuera de la cancha, se marca el territorio, se muestran los dientes, los hinchas se mueven en barras-bandadas, reducidos por el instinto. Sin embargo, tenemos en el fútbol, un ideal colectivo que nos reivindica del egoísmo, del aislamiento, de la competencia individual a la que nos somete la cultura.
Y de otro lado una semana con la presencia de un deporte donde el esfuerzo individual tiene más peso: el ciclismo. También aquí se necesita el apoyo de un equipo, pero la fuerza de voluntad, la disposición mental y el esfuerzo personal juegan gran papel. Es interesante notar cómo a los latinos nos va mejor en lo individual que en lo colectivo. El fútbol europeo con mentalidad colectiva, domina el panorama actual. Alemania es el campeón y las ligas europeas son las más fuertes. Pero el podio del Giro de Italia tiene a Nibali (italiano, 1º) y a Valverde (español, 3º), europeos de cultura latina y a Esteban Chávez (colombiano, 2º). Y entre los 10 primeros lugares, se ubican 4 latinoamericanos, lo que destaca la fuerza que ha adquirido este deporte en estas montañas, donde templamos el alma y ponemos a prueba la voluntad frente a las adversidades. Y ni qué hablar de la reina del BMX, Mariana Pajón. Qué bueno poder aplicar en lo colectivo, lo que logramos en lo individual.
Qué bueno terminar de subir el empinado y tortuoso puerto de montaña del proceso de paz colombiano; qué deseable que las voluntades individuales piensen por un momento en ese otro que es la gente de Colombia. Estamos fecundados por una alegría y una bondad natural, alimentadas por la privilegiada geografía en que vivimos. Si sacamos lo mejor de nuestro ser, esa parte eterna e inmutable que no enferma, en la que no cabe el egoísmo, podremos avanzar en la construcción de un país en paz.
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