/ Jorge Vega Bravo
En los tres primeros años de vida, las conquistas esenciales del niño son andar, hablar y pensar. Estos logros evolutivos nos separan del reino animal y nos permiten afirmar, respaldados por la antropología espiritual (R. Steiner), que el ser humano constituye un reino independiente y como tal se hace preguntas, desarrolla un proyecto de vida y tiene el don de la libertad.
Desde que el niño se levanta y camina al final del primer año, empieza a conquistar el espacio y a estimular los centros del habla en el cerebro. Si está rodeado por adultos que le hablan con claridad, desarrollará su lenguaje. El aprendizaje de la lengua materna se lleva a cabo entre el nacimiento y los seis años pero tiene su impulso fundamental entre los 18 y los 30 meses de vida. Desde los dos años y medio empieza la conquista de la individualidad y se nombra a sí mismo como yo. Inicia procesos de asociación y su relación con el entorno promueve el desarrollo del pensar.
Estas tres conquistas deben ser elevadas a un nivel superior en la vida adulta, cuando desarrollamos los sentidos superiores que mencioné en columnas anteriores: el sentido del Yo ajeno: me reconozco como individuo y acepto el yo que vive en el otro. El sentido del pensamiento ajeno: desarrollo un pensamiento autónomo y reconozco con claridad ideas y pensamientos de los otros. El sentido de la palabra ajena: conquisto el don de la palabra, la utilizo con respeto y puedo escuchar claramente las palabras del otro.
Palabra proviene del latín parabola y ésta del griego parabolê’ que proviene del prefijo pára, al lado, y bolê, del verbo ballo, que significa lanzar. Desde la etimología tenemos claro que con la palabra lanzo algo a mi interlocutor. Lenguaje está relacionado con lengua, que además de ser un instrumento para articular la palabra, representa una forma particular de hablar y relacionarse, propia de una cultura o de una región. Idioma viene del griego ídioma, que significaba “peculiaridad, fraseología peculiar” y a su vez del adjetivo ídios: propio, privado. Él término idioma pasó a significar lengua propia de un pueblo, distintivo de su identidad.
El 23 de abril se celebró el Día Mundial del Idioma Español, tiempo propicio para trabajar en el respeto por nuestra lengua y ponderar la importancia de la comunicación verbal en las relaciones humanas. La pluma es la lengua del alma, decía Cervantes. Se ha dicho que “somos dueños de lo que callamos y esclavos de lo que decimos” y es por ello que el control de la palabra hablada es una tarea difícil.
En la medicina antroposófica se utiliza una terapia artística llamada Arte de la Palabra, desarrollada por María Steiner, artista dramática, y su esposo R. Steiner, fundador de la antroposofía. “Cuando deseamos expresar nuestros anhelos espirituales nos servimos del lenguaje. El lenguaje es un destello de aquello que desde el plano espiritual actúa en el yo humano” (H-R. Heiligtag). El arte de la palabra no solo trata problemas de lenguaje o articulación, sino que se puede vincular al tratamiento de las más variadas patologías, incluso en las enfermedades psiquiátricas y en el cáncer. Por ejemplo, el ritmo de un texto en verso modifica la respiración. Una poesía en hexámetros recupera la relación armónica entre pulso y respiración (4:1), esto es 72 pulsaciones por 18 respiraciones en reposo, generando un efecto estabilizador en el ritmo cardiovascular. El arte de la palabra es salutogénico.
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