Una noticia que impactó esta semana al mundo: el panel científico conformado por la ONU declara que el cambio climático es irreversible. Y es nuestra culpa.
Si algo hemos visto acelerar en décadas recientes es la preocupación mundial por los efectos del cambio climático. Hace 30 años se veía como una amenaza lejana y de probabilidad media de ocurrencia. Hace 15, ya no había dudas sobre el aumento de la temperatura promedio y se promovían recomendaciones y compromisos para mitigar su intensidad e impacto, con énfasis en reducir drásticamente la dependencia de combustibles fósiles.
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Hace 5 años ya estábamos en alerta roja y, a pesar del negacionismo de Trump y su partido, a nivel mundial casi todos los estamentos científicos, económicos y gubernamentales trataban de enfocarse en cumplir con los objetivos de reducción.
Hoy ya se sabe que, lamentablemente, perdimos la batalla. El panel científico conformado por la ONU declara que tenemos probabilidad cero de evitar grandes catástrofes ambientales.
Lo estamos viendo todos los días con el aumento de inundaciones e incendios fatales, la pérdida acelerada de glaciares y capas de hielo, el impacto sobre los arrecifes, los efectos graves sobre la agricultura, etc.
Empeora las cosas que los caminos para quemar menos combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas) son muy incompletos. Empezando porque implican utilizar aún más combustibles fósiles para que funcionen.
Si vamos a cambiar los vehículos de gasolina a eléctricos, la fabricación de baterías resulta en muy altos consumos de energía y de minería extractiva. Pero, incluso así, solo sería aplicable a vehículos livianos. Por el momento, estamos muy lejos de convertir a eléctricos los camiones pesados. Más lejos aún de convertir los aviones.
Y qué tal los gigantescos buques de carga que cruzan los océanos. Con lo más avanzado de la tecnología actual, una nave cargada de contenedores viajando entre Asia y Europa (un mes) requeriría 100.000 toneladas de baterías. ¡Imposible!
Y luego, ¿cómo se recargarían las baterías? Con energía eléctrica, por supuesto, que en buena parte la proveen combustibles fósiles.
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Si la idea es reemplazar centrales térmicas por molinos de viento, la sola fabricación y montaje de aspas y ejes exigiría, de nuevo, cantidades enormes de energía eléctrica. Y luego de baterías, para almacenar y poder usar cuando no haya viento.
Para no hablar de los compuestos plásticos o la madera de balso para construir las aspas. El balso se extrae de las selvas amazónicas de Ecuador, que, aún con la demanda actual, están llegando a su límite. No se ve muy ecológico…
Si lo que va de este siglo nos ha parecido tan retador, el calentamiento que se nos vino encima será el mayor desafío para la humanidad en toda su historia.
¡Y nos cogió con los calzones abajo!