/ Álvaro Navarro
En la lista de ciudades de la tierra que cuentan con una mejor y más variada gastronomía, Sídney debe ocupar un lugar destacado, y a fe que tiene con qué comprobarlo: está localizada en un país que cuenta con inmigraciones recientes de Europa, Asia, Oceanía y América, que aportan los sabores y cocciones ancestrales de sus países originarios; tiene tierras feraces y climas favorables en las áreas cercanas a sus centros urbanos, que facilitan la producción de alimentos requeridos por las diferentes colonias étnicas; productos agrícolas y ganaderos respaldados por la última tecnología y con estricto control de calidad, complementados por la riqueza ictícola que brindan los mares que rodean el continente; cocineros y restaurantes de muy buen nivel que ofrecen comida de los cinco continentes; y, finalmente, un bienestar económico general que permite el fácil acceso a la variada oferta.
Para formarse una idea de esta oferta, nada mejor que una visita (como la que hicimos Matilde mi esposa y yo) a uno de los mercados de productores, por ejemplo el Eveleigh Farmers’ Market que se realiza cada sábado, entre las 8 am y la 1 pm, en 245 Wilson Street. Está localizado en un antiguo taller ferroviario que aún conserva algunas de sus antiguas prensas de fines del siglo 19 (www.eveleighmarket.com.au). Cuenta con unos 70 puestos que son un verdadero regalo para los sentidos del visitante, al que le será difícil abstenerse de adquirir algún producto.
Encontrará flores y verduras frescas de estación; diferentes tipos de carne, convenientemente empacada al vacío, proveniente de granjas certificadas, con días o meses de maduración garantizada; quesos frescos o estacionados hechos con leches de vaca, oveja o cabra; huevos de granja de diferentes calidades y tamaños; variedad de hierbas para tisanas; diferentes tipos y calidades de mieles y hongos frescos; panes artesanales variados y recién horneados, y, al final, un stand que vende un humeante y sabroso café colombiano, además del producto en grano o recién molido.
Una vez superada esta inmersión en los productos locales, nuestros guías en la ciudad (mi hijo y su esposa) nos llevaron a otro galpón especializado en sales, carnes y quesos importados (www.saltmeatscheese.com.au) con productos de primera calidad de todos los confines de la tierra, como sal rosada del Tíbet o de la Camargue en Francia, o de los desiertos australianos, o jamón español (pata negra o serrano) o italiano (San Daniele o prosciutto de Parma), estacionados entre 12 y 36 meses y precios por kilo entre 55 y 300 dólares; también salames, salamines y carnes embutidas, pastas italianas, granos, arroces, cafés y especies de variados orígenes, quesos perfectamente afinados, en fin, un emporio de delicadeces llegadas desde muchas naciones.
Mención especial merece la carnicería de Víctor Churchill (www.victorchurchill.com) en operación desde 1876 y localizada en el 132 de Queen Street, en el afluente vecindario de Woollahra. El establecimiento, más que una carnicería, parece una galería de arte con mostradores de joyería, donde se puede apreciar todo el proceso de la carne, desde el despiece de los animales hasta la preparación de cada uno de los cortes; hay carnes frescas o también bifes estacionados hasta 30 meses, cuyo precio alcanza hasta 200 dólares el kilo; el establecimiento tiene una escuela donde enseña diferentes técnicas y procedimientos relacionados con el negocio de la carne.
En un próximo artículo complementaré estas notas con otros sitios que me llamaron la atención en la ciudad y algunos de sus muchos restaurantes.
¡Se justifica cruzar medio mundo para disfrutar de la gastronomía de Sídney!
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Buenos Aires, marzo de 2014
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