/ Juan Carlos Franco
Hace muy pocos días fuimos sorprendidos con la ingrata noticia de la muerte de Daniel Rabinovich, uno de los más reconocibles y recordados integrantes de Les Luthiers. Duro golpe para nosotros, los incondicionales, los verdaderos amantes y seguidores de toda la vida de este incomparable grupo humorístico musical argentino.
Virtuosos y versátiles músicos, hábiles fabricantes e intérpretes de los más sorprendentes instrumentos. Qué tal el latín, o violín de lata, el yerbomatófono d’amore, el bass-pipe a vara, la corneta de asiento, el órgano de campaña, el dactilófono… cualquier objeto podría servir como inspiración y componente básico de un nuevo e irrepetible instrumento.
Mi contacto personal con Les Luthiers se remonta a lejanísimas épocas en las que algún amigo bien conectado nos invitaba a su casa a escuchar casetes que regrabábamos una y otra vez y repetíamos hasta aprender de memoria los diálogos, pasando por las tantas veces que cantábamos extractos de sus obras a todo volumen tratando de imitar cada detalle, cada gesto, cada modulación de voz. Hasta las muy pocas, pero memorables, presentaciones en Medellín o en Bogotá desde comienzos de los 80. Sin dejar de mencionar una entretenida, pero no muy brillante entrevista para el periódico universitario…
La voz profunda y mágica de Marcos Mundstock, el presentador infaltable de cada uno de sus actos, dueño de gran presencia actoral. El virtuosismo musical de Carlos Núñez Cortés, la convincente seriedad de Jorge Maronna y la presencia cómica de Carlos López Puccio. Y por supuesto, la capacidad histriónica y la inocencia siempre inteligente de Daniel Rabinovich. Todos siempre vistiendo elegantísimo frac negro.
Componen su repertorio a lo largo de 48 años de existencia más de cien obras de muy diversa duración y temática. Entre ellas La payada de la vaca, Las majas del bergantín, Serenata mariachi, Cartas de color, El rey enamorado, Cantata de Don Rodrigo Díaz de Carreras, La bella y graciosa moza, Teorema de Thales, San Ictícola de los Peces y un largo etcétera.
Y claro, la obra musical de maestros –imaginarios, pero demasiado reales- tan diferentes como Johan Sebastian Mastropiero y el cantautor Manuel Darío.
Difícil acostumbrarse a que ya serán cuarteto y no quinteto. Quién será el tonto tierno y distraído, quién construirá originalísimos juegos de palabras y enredará el lenguaje hasta el extremo. Quién nos hará reír aún después de haber visto las mismas escenas decenas de veces.
Como homenaje póstumo a Daniel, vaya una selección de frases extraídas de obras de Les Luthiers:
Dios mío, dame paciencia… ¡pero dámela ya!
Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria
No soy un completo inútil, por lo menos sirvo de mal ejemplo
Errar es humano… pero más humano todavía es echarle la culpa al otro
Es bueno dejar el trago, lo malo es no acordarse dónde
La inteligencia me persigue, pero yo soy más rápido
No te metas en el mundo de las drogas… ya somos muchos y hay muy poca
Huye de las tentaciones… despacio, para que puedan alcanzarte
Lo triste no es ir al cementerio, sino quedarse
Hay dos palabras que te abrirán muchas puertas: “Tire” y “Empuje”
De cada 10 personas que ven televisión, 5… son la mitad
La mayoría de los recitales de Les Luthiers, o tal vez todos, están en YouTube. No deje de ver al menos uno. Con toda la familia, preferiblemente. Hay humor para todas las edades.
Para finalizar, y como bien dice la página de Les Luthiers, “hoy estamos de duelo pero, aun tristes y doloridos, mantenemos nuestra decisión de seguir trabajando. Vamos a continuar con lo que mejor sabemos y más nos gusta, este bendito oficio de hacer reír a la gente…
… es lo que quería Daniel”.
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