Casi todas las obras de Valorización fueron diseñadas con especificaciones mínimas, sin posibilidad de ampliación y mirando más hacia el pasado que hacia el futuro. Quizá por aquello de empeñarse en utilizar estudios de tráfico casi prehistóricos.
Tras tanto tiempo de no escribir sobre El Poblado por el cierre temporal del semanario que el lector tiene en sus manos -o mira en su pantalla- es saludable recuperar algunos de los asuntos que con mayor frecuencia se trataban en esta columna.
Ha sido un tiempo importante para observar y sentir cómo avanza la ciudad, qué ha pasado con las obras, cuáles expectativas se han cumplido y cuáles se han aplazado o, simplemente, han desaparecido.
Un tema muy frecuente era el proyecto de Valorización. Nunca una Alcaldía había promovido una obra con tanto entusiasmo, nunca hubo una obra más esperada por los ciudadanos de El Poblado. Y tampoco ha habido una más criticada.
Cómo no recordar su pegajosa e insistente publicidad, sus avisos en medios impresos destacando las vías tan despejadas que obtendríamos con el proyecto. Según las azucaradas promesas de Fonvalmed, llegaríamos más pronto a nuestro destino y (¡lo máximo!) pasaríamos más tiempo con la familia.
Recuerdo la firmeza -que algunos llamarán arrogancia- con que sus funcionarios se defendían ante la avalancha de críticas, recuerdo la frustración de la Junta de Representantes por no ser tenida en cuenta, recuerdo cuando su implementación fue aplazada un año porque al alcalde anterior le entró urgencia de aumentar el predial…
Hoy, con el proyecto por fin entrando en su etapa de madurez -la mayoría de obras terminadas, unas pocas en ejecución y otras más por iniciar- intentemos sacar conclusiones:
Todas las obras eran importantes, casi vitales para el desarrollo vial de la Comuna 14. Y todas se hicieron 20 años tarde. La mayoría entran en funcionamiento ya saturadas. Incluso cuando todas funcionen como sistema integrado, para entonces el crecimiento vehicular habrá aplastado las pocas ganancias.
Algunas obras resuelven un problema puntual de tráfico, pero se limitan a desplazar el trancón hasta el siguiente cruce.
Casi todas fueron diseñadas con especificaciones mínimas, sin posibilidad de ampliación y mirando más hacia el pasado que hacia el futuro. Quizá por aquello de empeñarse en utilizar estudios de tráfico casi prehistóricos.
Peor aún, obras que ya venían con deficiencias de diseño, durante la fase constructiva fueron modificadas hacia abajo (caso Superior con El Tesoro).
Con el -tal vez- loable propósito de dar trabajo a empresas diferentes, en ciertos casos críticos terminamos en manos de contratistas no idóneos.
Muy pocas obras realmente han valorizado las propiedades vecinas, más bien al revés. Porque atraen tráfico nuevo, con toda su contaminación. Muchos vecinos están pagando por la desvalorización de sus propiedades.
El sistema como un todo falla en sus accesos y salidas. Los Balsos, columna vertebral de la movilidad Oriente-Occidente, termina entregando todo ese tráfico a una estrecha y empinada vía de calzada sencilla.
Y la 34, arteria fundamental Norte-Sur, nunca ha tenido claro cómo cruzar eficientemente por el corazón de El Poblado.
Conclusión: solo quedándonos en casa pasaremos más tiempo con la familia.