Para quienes somos glotonas sin límites o mejor dicho, rotas para comer, Colombia Provoca se nos presentó como un verdadero Edén de los sabores. Personalmente le di rienda suelta a mi apetito, degustando in situ todo aquello que me ponía a salivar de manera inmediata y comprando y guardando (en mi canasta salvadora) un resto de manjares, los cuales hoy, un mes después de su realización los sigo disfrutando. Fueron tres días de sana gula… desayuné, tomé media mañana, almorcé, disfruté de opíparos algos y cené a la carta, como una auténtica emperatriz romana… solo me faltó el triclinio.
La idea de los menús sibaritas fue estupenda y más aún en ese refrescante entorno de clorofila. La terraza del restaurante se veía preciosa; la mise en place era impecable; los estudiantes que trabajaron haciendo el servicio en comedor, lo hicieron profesionalmente y el trabajo culinario merece un gran reconocimiento. Me encantó ver los alumnos de la colegiatura trabajando con gran entusiasmo. Me encantó la mística y entrega de los profesores que dirigieron cocina y comedor (Oscar Pérez y Marisol Betancur respectivamente). Se trataba de dos menús completamente diferentes, cada uno de ellos bajo la dirección de dos estudiantes chefs. Cada menú se componía desde su entrada hasta la copa de coñac de 12 servicios diferentes, lo cual significaba sentarse a manteles durante más o menos 2 horas.
Desearía tener espacio para comentar uno a uno los 22 platos, pero sin lugar a dudas la composición general de cada uno de ellos, su presentación y ensamblaje, su color, su consistencia y su sabor fueron muy acertados. Sin animo de clasificar de 1 a 10 quiero resaltar un plato, de cada uno de los menús: Del menú sibarita Terraza El Colombiano me encantó la torta de queso de la montaña con galleta de panela; propuesta original, sencilla y deliciosa con productos de cocina campesina, transformados sin rimbombancia para una atinada presentación gourmet; en cuanto al menú sibarita de la Terraza Pomona, mi reconocimiento es para la colombina de pescado apanada con frutos secos y salsa de tinta de calamar, cuya hermosa presentación ponía en duda su degustación, pues simulaba una preciosa obra de arte contemporáneo… ¡felicitaciones!
Repito: estoy segura de que la segunda versión de este evento será un verdadero acontecimiento y su participación y llegada exigirá reservaciones con antelación. No quiero parecer lambona, pero desde ya voy a comenzar a averiguar por sus organizadores para resolver dos asuntos: el primero, abrazarlos y congratularlos por tan deliciosa fiesta de los sentidos; el segundo, reservar desde ya un espacio para poner en venta mis canastos, los cuales para quienes disfrutan como yo comprando novedades de sabor puedan atiborrar sus despensas y neveras con un gran espectro de manjares de sal y dulce que no son de fácil consecución en almacenes de cadena y plazas de mercado. Definitivamente, como su nombre lo dice: Colombia Provoca… ¡sí provoca!