¿Qué es ser líder? Es abrazar la diferencia, ser sabio frente al obstáculo y el cambio, construir valor público y, sobre todo, es tener la capacidad de brindar esperanza, futuro.
Estoy lejos de las preocupaciones originarias. Poco me importa saber si las personas nacen o se hacen o si el liderazgo es un talento o una habilidad adquirida. Sin embargo, desde hace algunos años, una pregunta aparece con frecuencia en mi cabeza: ¿qué es ser líder? Supongo que es un triunfo de los miles de cursos que he tenido que recibir y en los cuales no han logrado resolver la inquietud.
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Sin duda, ser líder no es tener un cargo importante, aunque algunos insistan en habitar el engaño escondidos detrás de un rótulo o la marquesina de un escritorio. Tampoco es ganar más dinero que otros ni tener el mejor de los carros que parquean en las oficinas, hablar duro y “mandar”, como nos enseñaron en los comerciales. Mucho menos es un autonombramiento, idea que aún parece triunfar entre los megalómanos.
¿En qué consiste el liderazgo? Temo con esta columna parecer uno de esos libros que tanto odio que entregan recetas y fórmulas mágicas; pero, en el camino de ser liderada y ser mujer líder (me gusta reiterar en lo de mujer), he recogido algunos aprendizajes que quiero compartir en momentos donde el liderazgo, en especial el que se ejerce desde lo público, pareciera construirse desde actitudes beligerantes, mentirosas y mezquinas.
De si soy una buena o mala líder hablarán aquellos con quienes he caminado. Pero, con una relativa certeza, hoy puedo decir que ser líder es crear escenarios y mover mundos para que otras personas sientan ganas de vivir. En otras palabras, ser líder es entregar esperanza, tejer puentes que otros quieran atravesar para mirar hacia el futuro; crear símbolos capaces de transportarnos a los orígenes que nos recuerdan el nosotros, que somos un todo y no una colección de apartes.
Otras cualidades emergen: un buen líder abraza la diferencia y la celebra; entiende las emociones como posibilidad, atributo fundamental para estos días donde la polarización crece, hecho que parece caerles muy bien a nuestros gobernantes. También está la capacidad de sobrevivir ante la dificultad, de lidiar con los problemas, de buscar respuestas.
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Por último, ser líder es ser consciente del valor de lo público, una declaración que nos invita a entender que lo público es de todos, que debe construirse desde las tribunas del Estado; pero, que también puede cultivarse y cosecharse desde lo privado, porque es un valor que nos corresponde desde lo colectivo. Hace poco leí un tuit de un secretario de la alcaldía de la ciudad que insinuaba que no podían construirse liderazgos públicos desde una organización privada; hablaba de Liderario, programa de liderazgo público al que pertenezco desde noviembre de 2021, y al cual me presenté voluntariamente siendo una hija de la educación pública y del campo. ¿Si lo público no se construye entre todos, entonces cómo hacerlo?
En estos días en que transitamos tiempos de alta exacerbación y de emociones políticas que nos apasionan, exaltemos con nuestro poder de elegir, de tomar decisiones, liderazgos integradores que promuevan la cohesión y no la coerción humana. Que nos ayuden a construir caminos colectivos, comunes (que no es lo mismo que iguales) en los cuales destellos de luz nos sorprendan para recordarnos que allá, en el horizonte, hay algo más.