La búsqueda de talentos comienza en los barrios más deprimidos. Un entrenador examina hombros, brazos y piernas y un palo de escoba mira cómo levantan una hipotética palanqueta.
El levantamiento de pesas no tiene glamour. No tiene figuras mediáticas, contratos multimillonarios, transmisiones de televisión o chicos que salgan a comprar una licra de Colombia en la Navidad. Pero es una fuente inagotable de victorias para el deporte colombiano. Más que ningún otro.
Hace unos días, nuestro deporte nacional (el ciclismo, no el fútbol) tuvo su Mundial de forma casi simultánea al de halterofilia. Uno lo recordaremos por las lágrimas del chico Germán Gómez, cuando partió su tubular; en el otro apenas recordamos que hubo dos oros, una plata y cuatro bronces en un deporte con sello Olímpico y cara plantada hacia Tokio 2020.
Las pesas no tienen garbo, pero sí mucho trabajo. La búsqueda de talentos comienza en los colegios de los barrios más deprimidos de Medellín, Cali o Cartagena. En Medellín un entrenador, armado con un metro y un palo de escoba, examina hombros, brazos y piernas, evalúa qué tan lejos y alto saltan, y con el pedazo de madera mira cómo levantan una hipotética palanqueta. Eso es suficiente para detectar talentos y llevarlos a la Liga Antioqueña. Y de ahí un camino lleno de esfuerzo y con mínimas recompensas.
En el Mundial de Tailandia, nuevos y viejos talentos se unieron para completar un mundial de siete preseas. Leidy Solís ganó un oro en 81 kilos (división que no es olímpica) y se puso en carrera al triunfo en los Juegos del próximo año. Hace un tiempo fue blanco de críticas al no participar en Londres-2012, en su plenitud de proceso tras ser cuarta en Pekín y campeona mundial juvenil, por estar en proceso de maternidad. Hoy reclama su oro con tanto vigor como revancha.
El antioqueño Francisco Mosquera, quien vivió años a la sombra de Oscar Figueroa al compartir peso, reclamó dos metales (plata y bronce) en los 62 kilos y demostró que ya tiene el nombre para ser la carta más fuerte de Colombia hacia Tokio. Los jóvenes Bryan Rodallegas (81) y Jhonatan Rivas (96) demostraron que no solo los livianos aspiran a medallas, y la inagotable e inigualable Mercedes Isabel Pérez, esa que habla con los discos antes de levantarlos, olvidó sus 32 años y se colgó su primera medalla mundial, cuando ya muchos ordenaban su jubilación.
En la historia olímpica, las pesas han entregado dos oros, tres platas y dos bronces, la mejor cosecha de cualquier disciplina en nuestra historia. Ellos, sin glamur y con poco eco, siguen sacando la cara por Colombia. Ellos, con sus pequeñas historias su superación y su desparpajo, son Colombia.