Hace 500 años, el 2 de mayo de 1519, murió Leonardo Da Vinci. Mucho se ha dicho de él, incluso que era cocinero. ¿Qué tan cierto es esto último?
Por: Juan Pablo Tettay De Fex
Existe un libro, una obra que se titula Notas de Cocina de Leonardo Da Vinci. El escrito dice ser una recopilación hecha por los historiadores Shelagh y Jonathan Routh. Dice, además, que mucho de lo allí publicado fue escrito por Leonardo en el Codex Romanoff, manuscrito que habría de reposar en el museo de L’Hermitage, en San Petesburgo.
Y así lo han comprado muchos. Cientos de cocineros e historiadores han hablado de la faceta culinaria de Da Vinci. No obstante, si se quiere abordar el tema, habría que empezar por ser sinceros: es muy poco lo que se sabe de un Leonardo cocinero. Dicen, por ejemplo, que uno de sus primeros trabajos fue como camarero en una posada llamada Los Tres Caracoles, en Florencia. Dicen, también, que rápidamente ascendió en la escala, tanto que llegó a ser el cocinero del local. Se cuenta que años más tarde, compraría el lugar en sociedad con su amigo Sandro Boticcelli y allí abrirían La Enseña de las Tres Ranas de Sandro y Leonardo.
El Codex Romanoff también habla de utensilios que el gran artista creó, por ejemplo, una máquina de pasta, una para eliminar ranas de los barriles, una batidora, una picadora de vacas, una batidora gigante y un cortador de berros. El susodicho escrito también tiene una amplia sección sobre protocolo y etiqueta.
La verdadera historia
Lo cierto que la afición gastronómica de Da Vinci no deja de ser más que un supuesto. “Todos sabemos que la historia está llena de mentiras. O de interpretaciones tergiversadas, que más o menos es lo mismo. Os hago este comentario porque me asombra comprobar cómo a partir de una aventura inventada se ha creado un mito”, escribe el crítico gastronómico José Carlos Capel.
Su escrito, publicado en El País de España hace referencia al libro Notas de Cocina de Leonardo da Vinci, “casi un dogma en ciertas escuelas”.
Muchos lo creyeron, muchos lo creen. Lo cierto es que esta obra no es más que una recreación, una aventura inventada de los dos historiadores. Jesús Fernández, director del Fórum Gastronómico de Medellín, expresa que “lo lejano de los tiempos no nos da suficiente claridad, pero en Da Vinci nada era imposible”. El profesor Andrés Sicard, experto en food design, aclara, de hecho, que se trata de una obra de “humor serio”.
El libro es, efectivamente, un trabajo investigativo sobre la cocina renacentista, pero no hay directa conexión con Da Vinci. De hecho, el famoso Codex Romanoff es también una invención. Así, por ejemplo, las ilustraciones usadas son inventos reales de Leonardo, aunque no corresponden con la realidad: la máquina de pasta es un torno para flexar vigas; la que sirve para eliminar ranas de los barriles es en realidad una herramienta para fabricar limas; las batidoras son proyecciones de máquinas voladoras; la picadora de vacas es un cañón; y el cortador de berros está pensado en realidad para la guerra.
“Es cierto que Leonardo era un cocinilla declarado, y es verdad que tuvo una taberna en Florencia a medias con su amigo Sandro Boticelli. Negocio que cerraron por falta de clientela”, concluye Capel.
Lo demás es humor, y del más fino.