/ Jorge Vega Bravo
Hablé en la columna anterior (edición 608) de este bastión de la vitalidad que es el hígado. Su reserva funcional es del 70 por ciento, lo que significa que debe alterarse en más de 2/3 para emitir signos propios. Las antiguas tradiciones, y también la medicina antroposófica, relacionan los órganos con fuerzas planetarias. Y así como Júpiter es el gigante del sistema solar, el hígado es el órgano más grande del microcosmos humano. Es una esponja de sangre que alberga casi dos litros de los cinco que tiene un adulto. Produce bilis, líquido verdoso que ayuda en la digestión de las grasas, y tiene funciones en la síntesis de proteínas y factores de coagulación, en el metabolismo y depósito de los azúcares y las grasas, en la desintoxicación de fármacos y venenos, entre otras.
Existe una polaridad entre función hepática y función biliar. La primera es anabólica o constructiva y la segunda es destructiva (catabólica). Cuando se alteran estas funciones, el lenguaje de los signos es rico y además de las señales conocidas en medicina, tenemos una serie de signos y síntomas indirectos que nos llaman a escucharlo. Sería aburrido enumerarlos y en 32 años de ejercicio médico me he encontrado con numerosos pacientes que me permiten afirmar que muchas migrañas, gran parte de las urticarias, numerosas crisis gástricas y digestivas tienen su origen en una alteración del hígado o de la vesícula. Situaciones anímicas como depresión e irritabilidad tienen gran relación con esta esfera.
La palabra cólera, proviene de kholé, bilis en griego. Cólera es ascenso de bilis. En el otro polo de la ira está la distimia (thymos es ánimo). Los trastornos del ánimo pueden llegar a procesos depresivos. Las afecciones del hígado generan ira y depresión. Y a su vez la ira daña al hígado. También lo dañan el alcohol, los alimentos artificiales, el azúcar y la harina de trigo refinada y muchos fármacos comunes. Grande es el número de muertes ocasionadas por el abuso de acetaminofén. Es claro que el hígado de las mujeres metaboliza menos bien el alcohol.
He atendido muchos pacientes con migrañas. El 95 por ciento tienen un TAC de cráneo normal y una vez descartada una patología craneana, en general son tratados con remedios que obturan el dolor, pero que empeoran la condición del hígado que se esfuerza por evacuar toxinas. En la medicina china se plantea que en la migraña hay un ascenso de sangre a la cabeza y esto explica algunos de sus síntomas. R. Steiner afirma que la migraña es un proceso digestivo desplazado a la cabeza. Fotopsias, sensación pulsátil, mareos y náuseas suelen acompañar los dolores, y estos síntomas los podemos relacionar con el hígado, en su afán de rechazar –como en una reacción alérgica– una toxina, un alimento pesado, un exceso de azúcar o alcohol.
El hígado es un órgano noble, es la reserva de vitalidad y necesita más atención de la que pide. Una ayuda para mantenerlo bien es ponerle calor local: por ejemplo, compresas calientes con milenrama o manzanilla. Otras ayudas son respetar los ritmos de comida, no comer después de las 8 de la noche, evitar alimentos artificiales y alcohol, acostarse antes de las 11 pm y no tragarse la ira: expresarla y dejar que se mueva sin dañar a los otros. El hígado es también el efector de la voluntad, permite que lo que pienso se vuelva acción; él nutre de sangre a los músculos. El movimiento rítmico y alegre genera salud en el hígado y en todo el ser. Saquen a pasear el alma: necesita airearse.
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