En Medellín, sabemos todos, los vehículos cada vez tienen menos espacio para moverse. Ir de un lado a otro dentro de El Poblado, sabemos todos, cada vez toma más tiempo.
Y lo que vemos hoy, en marzo de 2013, es poco frente a lo que veremos en la última parte del año y de ahí en adelante, cuando estén en construcción algunas de las obras que ha programado el Fonval.
Hagamos un breve ejercicio mental: cerremos los ojos… imaginemos el cruce de Los Balsos con la Inferior, tipo 5 pm…. visualizamos dos filas densas interceptándose, una subiendo, que empieza más allá de Oviedo, casi desde la 4 Sur… otra por la Transversal, empezando por la calle 10… y cerca de la mitad de los conductores angustiados porque les llega el pico y placa… (Eso es hoy, es la realidad de cinco días a la semana. Nada inventado).
Ahora, sin abrir los ojos, suponga que cerramos parcialmente el cruce –mientras hacemos la obra nueva- y que en vez de pasar unos 30 vehículos por minuto solo van a pasar 15. Diga en voz alta dónde ve el comienzo de cada fila… pasan por su mente nombres de otros barrios… ¿tal vez de otros municipios?
Y si le aterró este cruce, ¿qué tal cuando cierren parcialmente el de Balsos con Superior, que además de ser el enlace fundamental entre Medellín y Oriente, recibe todo el tráfico que viene de Envigado por la Intermedia y San Lucas? ¿Ah?
Bueno, suficiente por hoy de carros intentando moverse. No se exceda con este ejercicio, podría perjudicar su salud mental.
Pensemos ahora en los carros cuando no se están moviendo. Cuando están parqueados. Cada vez queda menos espacio para dejarlos.
De día los parqueaderos de muchos edificios de oficinas no son suficientes, ni de propietarios ni de visitantes. Universidades y colegios tampoco dan abasto, además de que a la entrada y salida de cada jornada bloquean las vías del vecindario durante 20 minutos.
Clínicas, hoteles y restaurantes no están mejor… ¿Y los centros comerciales qué? Usted ingresa, pero ¿encuentra fácil un puesto libre? ¿Y qué tal la fila de salida?
De noche, en los edificios residenciales tampoco caben los carros, pues en muchos apartamentos pasaron de tener uno a dos, o de dos a tres. Resultado, se llenan los espacios para visitantes con carros de propietarios. O simplemente se dejan más y más carros estorbando afuera.
Ya son comunes los proyectos de nuevas oficinas, incluso de alto nivel, que ofrecen solo un parqueadero privado por oficina, lo cual agrava el problema.
En otras ciudades tan dependientes del carro como Medellín, con frecuencia es al contrario: al lado de un edificio nuevo, y como parte integral del proyecto, se construye otro de cinco o más pisos para albergar allí a todos los propietarios y visitantes. O le destinan no un par de sótanos como aquí, sino los primeros cinco pisos completos. O la ciudad promueve que se construya, por cada 8-10 edificios de oficinas, uno de parqueaderos. O se hacen estacionamientos subterráneos públicos en sitios de alta afluencia.
Pero en El Poblado no está pasando nada de eso. Y dentro de poco nuestra crisis de vehículos en reposo será tan grave como la de vehículos en movimiento.
Mirándolo desde otro ángulo, tal vez sea una bendición disfrazada. Está probado que enfrentar grandes trancones no convence a la gente de usar menos el carro.
Pero la posibilidad de no encontrar dónde dejarlo, o que parquear se vuelva demasiado costoso, sí podría hacer el milagrito, ¿o no?
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