Este artículo nace del dolor, dolor de patria. Patria boba. Vivimos acontecimientos desgarradores de violencia, iniquidad, no creemos en las instituciones, la justicia expiró, el sistema de salud agoniza, la economía se desploma, negociamos una paz que no corresponde a las inquietudes de quienes realmente padecen la desigualdad y la miseria, el campo se acabó, los niños mueren de hambre, los indígenas son cada vez más diezmados, los colombianos de la fronteras son maltratados… y aquí nada pasa. No pasa nada…
Y recordé con inmensa emoción el discurso de Camus cuando recibió el premio Nobel de Literatura:
Ante un mundo amenazado de desintegración, en el que se corre el riesgo de que nuestros grandes inquisidores establezcan para siempre el imperio de la muerte, sabe que debería, en una especie de carrera loca contra el tiempo, restaurar entre las naciones una paz que no sea la de la servidumbre, reconciliar de nuevo el trabajo y la cultura, y reconstruir con todos los hombres una nueva Arca de la Alianza.
Si vivimos en esta realidad y el tiempo puede ser nuestro aliado, soy de los que creo que es posible evolucionar, mejorar, cambiar. En Medellín algo interesante pasó hace tiempos. Antes de que se instalara el metro hubo una gran campaña publicitaria para crear la cultura metro, y más bien que mal, la adoptamos. Es posible cambiar, eso lo hicimos. Crear cultura, y eso posibilitó crear nuevos medios de transporte, mejorar sectores de la ciudad. Qué bueno crear cultura de progreso, de paz, de justicia social. Es posible. Y son cambios sutiles, pequeños esfuerzos que se convirtieron en hábitos.
Cultura, ¿qué hay que hacer para despertar? No lo sé, pero no quiero parar de preguntarlo y creer. Leo con atención voces aisladas en periódicos y en las redes… Y creo, me lleno de esperanza frente a este país, un país de desesperanza.
¿Cuántos son los guerrilleros en el país? ¿Cuánto se ha invertido en los últimos años en el “proceso de paz”? ¿Cuántos los indígenas, cuánto se ha invertido? ¿Cuántos los campesinos ¿Cuánto se ha invertido? ¿Cuánto vale reanimar la salud o dar herramientas a la justicia? ¿Cuánto vale realmente la paz? ¿Cuál paz es la que queremos?
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