Daniela ostenta con orgullo la posta que recibió de la línea de su padre José Luis, su abuelo Luis Gonzaga y su bisabuelo Eladio.
La silleta emblemática que está armando Daniela Zapata para el Desfile de Silleteros no solo lleva 70 kilos de flores, sino el legado de 64 años de historia familiar. Su bisabuelo, Eladio Atehortúa, fue uno de los 72 pioneros que, en 1957, desfilaron por el centro de Medellín, por iniciativa de la oficina de Turismo y Fomento, para dar a conocer el trabajo de los campesinos del corregimiento Santa Elena, que cargaban sus flores en la espalda, cuesta abajo, en un armazón de madera.
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Ese, que era el trabajo de los ancestros, se convirtió después en tradición cultural hereditaria. Daniela ostenta con orgullo la posta que recibió de la línea de su padre José Luis, su abuelo Luis Gonzaga y su bisabuelo Eladio. Ella, a sus 26 años, es la nueva generación: una recién graduada como azafata, que no olvida su herencia cultural, y que, en cambio, quiere ponerla “a volar”: “Voy a aprovechar mi futuro trabajo para hacer conocer la tradición en otros países”.
En la vereda La Palma, Daniela combina la armada de la silleta con su trabajo en el Parque Arví. “Hago de todo -dice-. Atiendo las taquillas, manejo el carrito eléctrico, y, a veces, sirvo de guía para contarles a los turistas sobre la tradición silletera”. Nadie mejor para esta labor, pues, además de la historia que lleva en la sangre, ya tiene experiencia como silletera, primero en la categoría junior, en la que ganó el primer puesto en 2011, y, desde 2018, en el desfile principal, en reemplazo de su padre.
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El tema de su silleta emblemática: el año de la pandemia. En 2020, a cambio del evento masivo y apoteósico de cada año, la alcaldía de Medellín programó un desfile itinerante, en carrozas que iban a los barrios. Daniela hizo parte de ese recorrido en el 12 de octubre. Sentimientos encontrados, alegría y tristeza: “Lloré, porque no era lo mismo, nada igual al desfile. Pero lloré también al ver a la gente desde los balcones, dándonos un mensaje de ánimo; la esperanza de que, tarde o temprano, todo iba a mejorar e íbamos a volver a la normalidad”. La versión 2021 no es todavía esa “normalidad” que Daniela se soñaba, pero, al menos, será el reencuentro de los silleteros con el público. Su razón de ser.