/ Etcétera. Adriana Mejía
En la columna pasada hacía referencia a “Medellín: esfuerzo y democracia”, un artículo –excesivo en pastissería, escaso en conocimiento y pródigo en buenas intenciones– escrito por un turista de ocasión, Michael Scully, publicado en Selecciones (1949). Pues hoy, siguiendo con la tarea de “ordenamiento territorial” de mis archivos sobre la ciudad, tropecé con una visión opuesta -casi catastrófica-, de un periodista antioqueño del siglo 19, Juan de Dios Restrepo, más conocido como Emiro Kastos, seudónimo con el que firmaba sus notas publicadas en el Neo Granadino (1850-1855). Es muy interesante constatar, con otros ojos, que mucho antes de nosotros Medellín existía, y de qué manera.
Aquí van algunos párrafos textuales:
“Por cualquier parte que uno dirija la vista encuentra paisajes que parecen ilusiones, como decía el doctor Cuervo, y una naturaleza gozosa y ataviada… Además, la suavidad de la atmósfera y el aire tibio y embalsamado que se respira en este clima adormecedor, completan la fascinación producida por las bellezas de la tierra y los esplendores del cielo. Sin duda que en Nueva Granada y tal vez en América, no hay una comarca tan hermosa como este valle de Medellín” (hasta aquí, palabras más o menos, don Emiro dice lo que todos, antes y después de él: en belleza física, la capital de la montaña lleva corona).
“Pero cuando el viajero, después de embelesarse, quiere penetrar en la sociedad y buscar alguna armonía entre las cosas materiales y las costumbres, se lleva chasco soberano. Las costumbres son frías y ceremoniosas: los hombres no se reúnen sino para tratar cuestiones de dinero… No conciben que se haya nacido para otra cosa que para comprar y vender, y fuera del dinero nada merece atenciones ni respetos. Por de contado que hay honrosas excepciones” (uy, adelantado a su época resultó el señor Kastos. Señaló una de las causas para que epidemias, como la del narcotráfico, cayeran prendidas por estas tierras).
“Una aristocracia monetaria, algún tanto iletrada, de buenos años atrás tiraniza la sociedad. Los que la forman han dado hasta ahora la ley de las costumbres, dominado los tribunales, consagrado las reputaciones y dirigido la política. Con su dinero esparcido a interés, son árbitros de las elecciones y ejercen un poder soberano y feudal. Egoístas en negocios, retrógrados en política, incapaces de un sentimiento generoso…, los que componen esta oligarquía de dinero en Medellín, con raras excepciones, desprecian la educación porque ignoran para qué sirve, desdeñan el talento y todo mérito que no esté fundado sobre bases metálicas y oponen fuerza de inercia, cuando no obstáculos decididos a la difusión de las luces por motivos que ellos se saben muy bien” (feroz la crítica de Emiro Kastos a sus paisanos. ¿Certera?).
“Las mujeres, en general, participan del carácter frío y poco comunicativo de los hombres: nada más natural… Es un espectáculo que causa tristeza y admiración al mismo tiempo, ver, en las parroquias y los campos, a muchísimas jóvenes de buenas familias, al otro día de su boda, desprenderse de sus galas de novia, de sus ilusiones de niñas, para enterrarse en cuerpo y alma en casa de su marido, a desempeñar sin tregua ni descanso las tareas más penosas… Y esas santas y valerosas criaturas ven alejarse su belleza, marchitarse su juventud y amontonarse los años, sin que un día de descanso alivie sus fatigas, ni un rayo de placer alivie las tinieblas de esa vida oscura y silenciosa” (ah, la igualdad de géneros. Qué lucha tan tenaz ha sido y es).
Etcétera: Al contrario de lo que pensaba Juan de Dios Restrepo, yo sí creo que las excepciones son muchas y que, gracias a ellas, es que hemos podido superar, como pueblo, tantos obstáculos.
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