Con el Foro Urbano Mundial, Medellín ocupará primeras planas en medios de comunicación de muchas partes. La Medellín in, supongo, ni bobas que fueran las autoridades. Y eso está bien, la de mostrar también es una cara verídica; no la única. Por eso, con el fin de evitar caer en excesos de azúcar o gotas amargas para darle un vistazo a la ciudad, nada mejor que apelar a textos escritos por dos escritores antioqueños, polémicos y libres. Y vigentes:
Fernando González: Dice el “filósofo de Envigado” (1895-1964) en Los Negroides, publicado por primera vez en 1936: “Ciudad paradisíaca es Medellín, por clima, cielo y tierra, por la flora y la fauna, por sus noches y sus días, y por sus muchachas. En cuanto a su humanidad habita allí una gente rara, única que tiene personalidad en Suramérica. Gente egoísta y áspera más que piedra quebrada; hombres de móviles primitivos, muy fuertes. Humanidad prometedora para el educador, pero desagradable en su estado actual de cultura. Hasta hoy ha vivido el medellinense bajo motivación netamente individualista: conseguir dinero para él; guardarlo para él; todo para él. Tiene su lindero en sus calzones; tiene los mojones de su conciencia en su almacén de la calle Colombia, en su mangada de El Poblado, en su cónyuge encerrada en la casa, como vaca lechera… El gordo de Medellín se va para la mangada; reza el rosario con mujer, hijos y cocineras, y, así, se queda también con el Cielo. ¡Gente verraca!”. (Con su rebeldía pensante y transformadora, y loca de amor por Medellín y Antioquia, FG alzó la voz. Cuánta razón tenía y tiene. Lo sucedido con Space, por ejemplo –hablando en términos urbanos locales-, ¿qué es si no “conseguir dinero para él, guardarlo para él”, aplicado a CDO, en lugar de al gordo de la Droguería? Muchos, y en muy distintos frentes, siguen manteniendo su lindero en sus calzones. Una triste realidad).
Gonzalo Arango: Dice el fundador del Nadaísmo (1931-1976) en su ensayo Medellín, a solas contigo, publicado en 1974, en Buenos Aires: “¡Oh, mi amada Medellín, ciudad que amo, en la que he sufrido, en la que tanto muero! Mi pensamiento se hizo trágico entre tus altas montañas, en la penumbra casta de tus parques, en tu loco afán de dinero… De tu corazón de máquina me arrojabas al exilio en la alta noche de tus chimeneas donde sólo se oía tu pulmón de acero, tu tisis industrial y el susurro de un santo rosario detrás de tus paredes… Te confieso que no me gustaba tu filosofía de la acción, y elegí para mí la poesía… Tus mañanas son las más bellas que han amanecido en ciudad alguna. Pero me negaba a perder su contemplación por tus oficinas burocráticas. No, Medellín: prefería esperar tus mañanas en un bar, o en un parque solitario para que te vomitaras plena de libertad y radiante de sol sobre mi corazón borracho. Por eso me decías “vago”, porque nunca fui avaro con tu belleza. En cambio tú nunca fuiste generosa con mi locura… Te adoraba. Pero de tanto amarte casi me destruyes. Hui de tu belleza y de tus glorias para conquistar las mías, en vista de que no parecías orgullosa de mis alabanzas, y me despreciabas como a un bastardo porque no hacía lo de todos: rezar el rosario, casarme, trabajar como un negro y después morir”. (Cuánta verdad encierra este canto de amor dolido de GA y cuánto me hubiera gustado conocerlo para decirle que, desde mi orilla, comparto su mezcla de sentimientos. Medellín asfixia a ratos, a pesar de ser La Más en tantas cosas. No es fácil ser de Medellín, si hay gente que lo sabrá).
Etcétera: Después de la más innovadora, la más resiliente y la más sostenible, ya sí es justo que escojan a Medellín como la ciudad con más altos índices de adicción –por habitante y por metro cuadrado– a pinchar “me gusta” en las redes sociales. Si no, ¿cómo es que hemos ganado tan variopintos conc