A los lectores nos interesa más la producción de un autor que sus paseíllos fugaces por los ruedos de la farándula cultural.
Se conoció la lista y ahí fue Troya.
La lista de escritores colombianos escogidos por la Cancillería para participar en la Feria Internacional del Libro de Madrid. Una de las más importantes del mundo que, en su cumpleaños número 80, cumplió con lo prometido desde épocas de la Conquista: tener a Colombia como país invitado.
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Y, bueno, que se hubiera armado la de Troya no debería ser noticia en este cuadrilátero. Pero fue. Los egos saltaron como ranas del estanque –orquestados por periodistas en busca de tema- y voló pantano al zarzo del Alto Gobierno. El embajador en España, Luis Guillermo Plata, ahí mismito reaccionó y, por querer dar explicaciones, autorretrató a la administración Duque con cara de tijera (léase censura): “Uno no quisiera que una feria literaria se convirtiera en una feria política…. Se ha tratado de tener cosas muy neutras, donde prime el lado literario de la obra”. Ay no, qué pesar. Nunca entendimos que quiso decir con “Uno” (¿el gobierno?, ¿el ministerio?, ¿él?), con “cosas” (¿los autores, acaso?), con “neutras” (escribir siempre será un hecho político). Tan fácil que hubiera sido anotar: elegimos a quienes nos dio la gana y punto. Total, es un derecho que asiste a cualquier anfitrión.
De vuelta al estanque: ¿Ustedes no saben quién soy yo?, croan por sí mismos o por interpuestas personas las deidades ofendidas. (Sólo algunos guardan silencio digno, no quieren dejarse manosear o les importa un comino la omisión de su nombre). Da mucha pena ajena tanta alharaca. ¡Por favor! La historia de la literatura está repleta de novelistas, poetas, cuentistas, ensayistas, cuya producción es igual o mejor que la de “los de siempre” y jamás han sido señalados para honores de ninguna índole. (Borges es sólo la punta del iceberg). Pero si es que a los lectores compulsivos –hablo por mí- nos interesa más, mucho más, la producción de un autor, que es la que en realidad perdura, que sus paseíllos fugaces por los ruedos de la farándula cultural.
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A propósito del tema, qué buen comentario el de Gustavo Tatis, en El Universal de Cartagena: Escritores que no van a ninguna feria. Algunas líneas: “En toda elección hay mucho de impulsiva y alegre arbitrariedad, complacencia de amigos y aspaviento protocolario. Hay quienes van a todas las ferias con la ilusión de que el año próximo repetirán, como quien gana con el doble seis en una partida de dominó… A veces viajan los que tienen más ínfulas que talento… Un país como Colombia no cabe solo en la mirada de unos cuantos novelistas y cuentistas… Hay que seguirlo descubriendo en la voz de sus poetas más recónditos, aquellos invisibles de toda lista manipulada”. Tal cual.
ETCÉTERA: Las listas, sean de lo que sean, son odiosas. Siempre van a faltar y a sobrar integrantes. Y siempre, los de la rosca, van a opinar que lo malo es no estar en ellas. Y, vanidad de vanidades -como dicen que predicó el hijo de David- patalearán por haber sido excluidos. Bájenle un cambio, muchachos. Y mejor escriban, que es lo que necesitamos de ustedes. Para shows mediáticos están los políticos, qué jartera.