En la semana de la lactancia, Diana Osorio, gestora social de Medellín, comparte sus experiencias como madre lactante. Hace un llamado a que las madres que puedan, lo hagan.
A Diana Osorio le tiembla la voz cuando recuerda los días de angustia con su pequeña Aleia. “Los primeros tres meses pude amamantarla”, y eso la hacía feliz. Sin embargo, llegó el diagnóstico, una enfermedad afectaba su hígado y un trasplante era inminente. “Pero antes tenía que ganar peso”.
La pequeña tuvo que empezar una dieta mixta entre leche materna y fórmula. “Pero no podía comer de mi pecho porque no había cómo controlar la cantidad que comía“, recuerda.
Con Maia, la primogénita la historia fue diferente. “Lactó hasta los nueve meses. Renuncié a mi trabajo para estar con ella”. Después de un viaje, no quiso más pecho. Un proceso natural.
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“Cada mamá y cada hijo son diferentes. No podemos vivir comparándonos con las demás”, explica. Por lo que la lactancia es un proceso íntimo y personal.
Después del trasplante Aleia no quiso volver a comer de un tetero y menos del pecho. “Al principio, teníamos que alimentarla con jeringa, hasta que por fin recibió el tetero nuevamente”. Hoy, Diana se hace extracción de leche y ese es el alimento para la pequeña y, aunque desearía seguir amamantando, las cosas no son como siempre se quiere.
“La lactancia es la cuota inicial para la salud de la niñez. Si una mamá puede hacerlo, siempre hay que intentarlo”. Y también aclara que si existen motivos por los que no es posible, “no podemos juzgar a las mujeres”.