Era realmente importante, pues en el fondo defendía los dineros públicos, asegurando que no se engañara al público, al mismo tiempo usuario y dueño de la obra. Claro, buena parte de los impuestos que pagamos se destina a infraestructura, lo cual nos vuelve a todos copropietarios de cada obra.
La interventoría realmente mandaba: Revisaba todos y cada uno de los materiales con rigor absoluto y no le temblaba el pulso para hacer demoler y reconstruir una obra si encontraba defectos. Y claro, sin su respetada firma, no se pagaba un peso al contratista.
No sabemos cuándo murió ni de qué. No vimos anuncios en los diarios ni leímos obituarios. No sabemos si le hicieron honras fúnebres. Solo sabemos, por deducción, que tiene que estar muerta, pues de ella no se volvió a saber ni se ha dejado ver ni sentir. O si no está muerta, entonces anda de parranda. Porque es totalmente imposible que una interventoría “viva y coleando” haya permitido la patética calidad de buena parte de nuestras obras públicas, tanto en El Poblado como en Medellín en general.
Hay entonces cuatro opciones, a juzgar por lo que vemos y padecemos para la mayoría de obras, especialmente las pequeñas:
- La interventoría ya no existe.
- La interventoría aún existe, pero es débil y tolerante.
- La interventoría existe y actúa, pero los diseños y las especificaciones son tan pobres que el resultado necesariamente será malo.
- Ya solo se contrata interventoría para las obras grandes, como el túnel de Occidente, la doble calzada de Las Palmas, etcétera, dejando a las obras pequeñas a la deriva.
O si no, que aparezcan los interventores -especialmente los contratados por Epm- que han permitido aceras tan malas, pavimentos tan frágiles, parcheos que duran unos pocos días, postes en medio de las aceras, obstáculos por doquiera para peatones y vehículos, y un largo etcétera. Y que nos expliquen por qué aprobaron, recibieron y pagaron semejantes despropósitos.
Y si alguien encuentra en alguna parranda a la interventoría, busque un poco más a fondo a ver si por ahí también aparecen otros grandes desaparecidos: El mantenimiento periódico y las pólizas de estabilidad.
Y para rematar: ¿No sería bueno que el nombre del contratista y del interventor se dejaran visibles por un buen tiempo luego de entregada la obra? Muy feo, sí. ¡Pero peor aún cuando nos dejan ciertas obras, que más que construidas parecen perpetradas!