Tenemos dos opciones. Siempre las tenemos y son solo dos: o nos relacionamos desde el miedo o nos relacionamos desde el amor.
Después de esta gran, inimaginable experiencia del aislamiento impuesto, sugerido y adoptado –por el miedo– tendremos que volver a tomar esa decisión.
La primera pregunta para hacernos es si vamos a seguir andando por el mundo viendo virus con cabeza y ojos, encontrando en aquellos que amamos un peligro caminante, y en aquellos que nunca habíamos visto un potencial para la posible muerte, o si vamos a andar por el mundo tratando de conectarnos con la confianza que la vida nos suspira a cada instante.
Para mí la decisión está difícil, porque adentro solo hay una respuesta y es la de confiar. Confiar en que mi cuerpo está sano y ningún virus mortal entrará en él; confiar en que no es necesario para mi camino espiritual y mi evolución álmica pasar por un periodo de enfermedad pandémica; confiar en que el peligro y el posible ataque solo son ilusiones de mi mente cuando está separada del amor, de la verdad; confiar en que no es necesario ponerme en situaciones de peligro para valorar la vida y las relaciones que he construido en ella.
Pero, puedo verme también bajando por el ascensor para ir a mercar el día que “me toca” y solo pensar que cuando llegue al carro debo echarme antibacterial por si la muerte me estuvo acompañando en el viaje del piso 7 al S. Me veo asustada recibiéndole a David, el más amable de los porteros de mi edificio, un paquete que me ha llegado porque a lo mejor él, o el mensajero, o el cajón de la moto donde venía el paquete, o el plástico que lo recubre o la partícula que lo compone está infectada, y aunque mi mente pacífica trata de encontrar a gritos su lugar de nuevo, me dice que todo está bien y que es una locura ver el virus a mi andar, llego de nuevo a mi casa y me lavo muy bien las manos.
Más opiniones en Voz del lector:
- Los sentimientos encontrados que genera la pandemia
- Bicicletas como salvavidas en esta cuarentena
- El precio del petróleo se fue al subsuelo… ¿Y ahora qué?
- Comunidad de Envigado se solidariza con los más necesitados
Tendremos y deberíamos ir tomando una de las decisiones más importantes que hemos tenido que tomar en los últimos tiempos y lo único que podemos hacer para tomar la adecuada es: siempre ante el miedo, elegir de nuevo. Decidir deliberadamente pensar diferente. Cambiar el pensamiento de la ilusión del ataque y la muerte por un pensamiento de confianza y protección, estas que habitan en todos nosotros siempre, pero que tantas veces es tan difícil reconocerlas.
Si la pregunta es cómo nos vamos a relacionar una vez el confinamiento termine, respondería que mi deseo más grande para la humanidad es que al vernos vivos, completos y “sobrevivientes de la pandemia”, podamos por fin convencernos de que lo que corresponde para los que aún estamos aquí es mirarnos y relacionarnos desde el amor, ese mismo que nos impulsó a darnos abrazos digitales, a hacer parrandas vallenatas virtuales para las celebraciones de cumpleaños, a que los abuelos aunque hubieran criticado siempre la comunicación por celular, quisieran saludar a sus hijos y a sus nietos todos los días por video (como dice mi mamá) y encontraran en el beso a kilómetros un alivio para su vacío.
La decisión de retornar al amor la tenemos cada minuto de nuestra existencia y el 2020 nos la está poniendo en bandeja de plata para tomarla desde donde realmente nos sirve como humanidad.
Por: Carolina Pérez Botero / www.amorescaprichosos.com