Los pajareros no necesariamente somos biólogos. De hecho, no es loco decir que la mayoría no lo somos. En todo caso, no es un requisito para serlo. Sin embargo, si uno quiere, puede aprender un poco de todo lo que rodea a las aves. De hecho, hay mucho conocimiento que puede parecer muy técnico, pero que, con un buen grupo de amigos y personas dispuestas a enseñar, se vuelve útil y ayuda a que la experiencia de pajarear sea algo que cambie nuestras vidas. Eso es la SAO.
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Ya hemos hablado en esta columna que no hay otro país que tenga más especies de aves que Colombia. Desafortunadamente, las 1,950 y pico especies que se han registrado en la historia del país no están en el mismo lugar: hay que viajar a otras regiones para poderlas observar. Y es que el pajareo es como Pokémon, y el pajarero quiere “atrapar” a todas las aves en su mente o en su lente.
Que un ave esté en un lugar depende de lo que come, de la época del año, del clima, de los patrones de floración o fructificación de las plantas, de las características anatómicas y de historias evolutivas y geológicas algunas veces difíciles de comprender, entre otras cosas. ¿Es posible encontrarse un flamenco en Medellín? Posible, sí. Probable, no. A ver, que se han visto pelícanos en algunos embalses de las montañas de Antioquia y hasta Juan Bobos (muy comunes en tierras bajas) en el páramo de Las Baldías, en Bello. Sin embargo, estos son encuentros muy raros y es necesario investigar por qué se dan.
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Una explicación comúnmente dada es que alguien lo trajo hasta ese lugar. Desafortunadamente, la gente sigue capturando o comprando fauna silvestre. Llegan a un apartamento de Medellín con un tucán o una guacamaya que compraron durante las vacaciones en la costa o un periquito en Amazonas, se aburren con él y lo sueltan. O se vuela. Por lo general, estas aves tienen poca probabilidad de sobrevivir (al igual que otras especies víctimas del tráfico ilegal), ya que no encuentran comida, no soportan las condiciones climáticas o no saben evitar los depredadores de su nuevo hogar.
También hay otras posibilidades. Una fuerte tormenta, por ejemplo, que desorientó al ave y la hizo perder su rumbo. Esto pasa mucho con las aves migratorias, que deben viajar grandes distancias y soportar todo tipo de ataques del clima y otros seres que no necesariamente se preocupan porque lleguen a salvo a su destino. También, solía estar en un lugar, pero talaron el bosque, dragaron la quebrada o voltearon toda la tierra en busca de oro. De vez en cuando, vuelven uno o dos individuos como a remembrar aquellos tiempos pasados, que en muchos casos sí fueron mejores.
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Y hay otra posibilidad: simplemente es un ave difícil de ver. Hay pocas, incluso en las zonas en las que se distribuye naturalmente. Cuando se ve. ¡BINGO! para los pajareros. ¡El premio mayor! Se justificaron los gastos, las horas de viaje, el calor o el frío, los zancudos, la madrugada. Estar en el Magdalena medio y ver una Garza Agami. Ir a San Sebastián La Castellana y ver un Terlaque Pechiazul. Encontrarse el Quetzal Colinegro que anda por La Catedral, en Envigado (¡sí! ¡Hay quetzales en Colombia!). Ir a El Carmen de Atrato y ver una Reinita Estriada. ¡Esos dan muchos puntos pajareros!
Con el tiempo va uno aprendiendo cuáles son esas especies que vale la pena buscar con paciencia y tenacidad. Muchos recordamos la primera vez que ojeamos la guía de aves de Colombia y vimos esos “bichos” (también los llamamos así, aunque no sea un término adecuado técnicamente) tan raros y soñamos con verlos en vivo y en directo alguna vez. Por supuesto, cada quien tiene su “némesis”, aquella ave que siempre ha querido ver, a la que le ha invertido dinero, tiempo y aguante, pero simplemente no ha logrado ver. Y está nuestra ave favorita. La que queremos ver una y otra vez.
Todo esto se logra en un país como el nuestro. Ya quisieran los gringos y los ingleses tener lo que nosotros tenemos. Solo hay que animarse a dedicar un poco de tiempo, a aprender, a observar, a escuchar. En la SAO estamos siempre dispuestos a ayudarles a dar ese primer paso. Únanse a nuestras pajariadas, asistan a nuestras charlas mensuales, háganse socios (es MUY barato). No se arrepentirán.
Más información de nuestras actividades y productos en www.sao.org.co, en el teléfono/WhatsApp 310 829 71 85 o en nuestra oficina en el Jardín Botánico de Medellín.
Nuestros horarios son: lunes a jueves, de 9:00 a.m. a 2:00 p.m., y viernes de 9:00 a.m. a 1:00 p.m.
Vivir con las aves es un espacio de la Sociedad Antioqueña de Ornitología -SAO-, una organización sin ánimo de lucro, que promueve el conocimiento, la divulgación, la investigación y la conservación de las aves de Colombia y el mundo.