/ Elena María Molina
Es evidente que tantos cambios que se presentan, generan opciones e incertidumbres. Tendríamos que buscar aliados personales para no entrar en torbellinos que nos absorban, en la falta de tiempo y espacios para sí, y en el consumismo. Las imágenes que se producen en cualquier parte nos llegan, impactan, modifican deseos y creencias. Si Marx estuviera vivo no dudaría en afirmar que la televisión es el opio del pueblo.
Este tiempo nos llama a la creatividad para conquistar el femenino interior, confundido tras las máscaras corporales de silicona y los prototipos de belleza. Femenino presente en cada ser como polaridad llena de información por aclarar, por asumir. Este tiempo nos convoca al ejercicio de la paz interior sin la cual no conseguiremos la justicia indispensable a cualquier intento o proceso de paz. Es hora de darle sentido al sinsentido.
Las luchas del ser humano evolucionan. Sin embargo, la intención no cambia: se trata de construir o destruir con el fin de adquirir más poder. Es evidente que la sociedad de consumo, la rapacidad de los imperios económicos y la necesidad de poder hacen parte de una cultura que solo se preocupa por tener más, acumular. Esta sociedad se equivoca. Gastamos energía, gastamos voluntad, gastamos coraje en la búsqueda de pasiones y logros vanidosos donde el alma, la de cada individuo y la del colectivo, se pierde, y somos esclavos de todo lo que se nos propone para adquirir más goce, más posesiones, más poder.
Los alquimistas tienen razón: estamos acá para extraer lo sutil de lo denso, el oro del lápiz. Qué bueno poder recuperar la capacidad de la lectura de lo que está más allá de lo sensible, recuperar un saber fino, puntual, para manifestar lo que esta realidad nos oculta.
Como los mitos tienen el encanto de humanizar a los dioses, de elevar la naturaleza humana a la categoría de dioses, como los mitos nos religan, son tan celestes, tan humanos y nos conducen a la verdadera dimensión del hombre (de paso en esta vida para ir hacia otra de donde venimos), creo que ellos pueden ayudarnos a descifrar este laberinto sin necesidad de perecer en el intento. Por eso esta nota es la apertura de una serie de artículos sobre algunos mitos. Ojalá que lo que voy a contarles contribuya a la reconexión con lo olvidado y a encontrar en el lenguaje del mito, del símbolo, claves para vivir mejor.
Lo haré con la visión de la tradición judeo cristiana que nos fundamenta y que abre espacios al femenino que hay que rescatar de la violencia y del olvido.
[email protected]