/ Jorge Vega Bravo
En las últimas cuatro columnas realicé un viaje hacia el espacio interior de los seres vivos, cómo se crea este espacio en el proceso evolutivo y cómo se emprende un viaje hacia él. La educación actual hace énfasis en el desarrollo exterior, en la conquista del espacio exterior, en el tener y no en el ser, en los resultados y no en los procesos. “No hay manera de avanzar si uno mismo no cambia”, cita Piedad Bonnett en su columna de El Espectador a J. Franzen. Y aunque él lo plantea para el oficio del escritor, es válido en otros ámbitos de la vida.
Existen tres grandes obstáculos para emprender un proceso de cambio y recorrer el camino del desarrollo interior: son la duda, el odio y el miedo. Con estas tres herramientas operan las fuerzas opositoras de manera trimembrada.
La duda es el obstáculo que se opone a un pensar libre, que se opone a la verdad. Una estrategia común cuando no queremos aceptar la verdad es ponerla en duda. La duda se mete como un fantasma en nuestra mente e impide que el pensar se conecte con el sentir y se transforme en acción. La duda también actúa cuando tenemos pensamientos obsesivos alrededor de un problema. La duda nos priva de la libertad. Uno de los disfraces de la duda es la mentira. El mundo actual está lleno de informaciones contradictorias plenas de intereses, que generan dudas. Si fortalecemos nuestra convicción en los principios fundamentales, vencemos el fantasma de la duda. La duda se combate con creatividad.
El odio se opone al sentir y desfigura la belleza; el odio bloquea las manifestaciones del espíritu e impide una vida de relación adecuada. Los tiranos utilizan el odio y promueven la separación utilizando el populismo y la demagogia. El odio se opone a la igualdad, al respeto por el otro, a la fuerza de atracción magnética que mantiene la vida. Podemos combatir el odio con la fuerza del amor, con el respeto y el reconocimiento de las diferencias. Solo si reconocemos el tú, transformamos el odio.
El miedo es el obstáculo para la voluntad humana: el miedo se mete como una bestia en las entrañas y genera ira o parálisis. Los déspotas utilizan el miedo, el abuso del poder como estrategia para gobernar. El miedo puede ser transformado en prudencia y respeto por aquello que no podemos controlar. Por ejemplo, frente al mar sentimos un enorme respeto, pero no podemos tener miedo. En la inmensidad del mar podemos templar la voluntad y afinarla para vencer el miedo. El coraje es la fuerza que se opone al miedo y se adquiere en la calma interior y la quietud.
El aburrimiento es una de las máscaras del miedo. ¿De qué tiene miedo el aburrido? De quedarse solo consigo mismo. El ser humano aburrido no puede elevar la mirada a otro plano y tiene mucho miedo de entrar en su propio interior. El aburrimiento fue considerado por un grupo de médicos ingleses como uno de los factores de riesgo para sufrir enfermedades del corazón.
Con un pensar libre y verdadero vencemos la duda y la mentira. Con un sentir solidario transformamos el odio. Con la fuerza moral y el coraje, vencemos el miedo y el aburrimiento. “Cuando venzas estos obstáculos alzaras el vuelo que te lleva al camino del conocimiento” (R. Steiner). El estado de confusión y de guerra soterrada en que vivimos se fundamenta en la duda, el odio y el miedo. Podremos salir de este estado si cada uno enfrenta estos tres enemigos del desarrollo interior. La verdadera transformación empieza en el espacio interior.
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