La desaparición de los rituales

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Es el título de uno de los últimos libros del filósofo coreano Byung-Chul Han1, donde este lúcido pensador esboza “sin nostalgia una genealogía de su desaparición” y nos demuestra cómo la eliminación de los rituales y de los ritmos representa una “erosión de la comunidad”.

Han empieza afirmando que los ritos son acciones simbólicas y como tal “transmiten y representan aquellos valores y órdenes que mantienen cohesionada una comunidad”. Los ritos “generan una comunidad sin comunicación, mientras que lo que predomina hoy es una comunicación sin comunidad”. Y los ritos, actos simbólicos, nos llevan al sentido de ‘symbolon’ (gr) que significaba signo de reconocimiento o contraseña. “El símbolo sirve para reconocerse y en este sentido “percibe lo duradero”.

“El mundo de hoy sufre una fuerte carestía de lo simbólico. Los datos y las informaciones carecen de toda fuerza simbólica, y por eso no permiten ningún reconocimiento. En el vacío simbólico se pierden las imágenes… generadoras de sentido y fundadoras de comunidad, que dan estabilidad a la vida. Disminuye la experiencia de la duración… Los rituales se pueden definir como técnicas de instalación en el hogar. Transforman el ‘estar en el mundo’ en un ‘estar en casa’. Hacen del mundo un lugar fiable. Son en el tiempo lo que una vivienda es en el espacio. Hacen habitable el tiempo… lo ordenan y lo acondicionan”. 2

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Los rituales dan estabilidad a la vida y parafraseando a A. Saint Exupery, los rituales son en la vida lo que en el espacio son las cosas. “Las cosas tienen la misión de estabilizar la vida humana”. Todo nuestro ser va cambiando, se transforma y se desarrolla, pero las cosas mantienen su ‘inalterada familiaridad’ y actúan como polos estabilizadores de la vida. Las cosas hacen que la vida sea duradera. “La actual presión para producir3 priva a las cosas de su durabilidad. Destruye intencionadamente la duración para producir más y obligar a consumir más… Y la presión para producir desestabiliza la vida eliminando lo duradero que hay en ella”.

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“En el marco ritual las cosas no se consumen ni se gastan, sino que se usan. Por eso pueden llegar a hacerse antiguas.” Cuando sólo consumimos y no usamos, las cosas nos desgastan. Las prácticas rituales permiten un trato pulcro con las personas y las cosas. El primer ritual es el saludo y todas las formas de cortesía son rituales y nos permiten reconocer al otro, a la naturaleza y a las cosas.

Los indígenas piden permiso, de forma ritual, para tomar la planta que van a usar, para iniciar una ceremonia, para curar. Una clase en pedagogía Waldorf se inicia con un verso, una rima, una invocación ritual que da permanencia a lo que viene y da sentido al encuentro. Casi toda nuestra población (Colombia) profesa algún tipo de religión y creo que lo rescatable está en el manejo pulcro de las cosas que se hacen en el acto ritual, que además del contenido religioso, dan estabilidad, sirven de referencia rítmica para la vida.

Pero “hoy consumimos no solo las cosas sino también las emociones de las que ellas se revisten” y ahí se abre “un nuevo e infinito campo de consumo”. Revestir de emociones la mercancía es incrementar el consumo y la producción. Y como las emociones son más efímeras que las cosas, se pierde la referencia del mundo que proporcionan las cosas y se entra en una espiral narcisista.

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“También los valores sirven hoy como objeto de consumo individual. Se convierten en mercancías. Valores como justicia, humanidad, sostenibilidad son desguazados económicamente para aprovecharlos… El neoliberalismo explota la moral de muchas maneras. Los valores morales se consumen como signos de distinción. Son apuntados a la cuenta del ego, lo cual hace que aumente la autovaloración. Incrementan la autoestima narcisista” y nos separan de la comunidad. Están de moda y son explotados la ecología, la sostenibilidad, la dieta sana, etcétera.

Con los símbolos y los rituales hay alianzas. Symbolon pertenece al mismo campo semántico que “relación” y “totalidad”. Según el mito que Aristófanes relata en El banquete de Platón, el ser humano era originalmente un ser esférico con dos rostros y cuatro piernas. Como era demasiado arrogante, Zeus lo partió en dos mitades para debilitarlo. Desde entonces el ser humano es un symbolon que añora su otra mitad, una totalidad que lo sane. Juntar en griego es symbállein. Los rituales son también una práctica simbólica que junta a los humanos y engendra una alianza, una comunidad4.

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Lo simbólico y lo ritual están desapareciendo. Este es uno de los signos de la abolición de lo sagrado, de lo que no es tangible; o visto desde abajo, de la materialización de la existencia humana, de la cosificación de la vida.

Esta curiosa e inédita crisis que vivimos con la extraña corona de reyezuelos sin trono es una oportunidad para muchos cambios. En el interior de nuestras casas, en esta “pérdida de la libertad”, podemos volver a habitar los espacios, limpiarlos, ritualizarlos, darles un sentido especial. Dar gracias por la comida, revisar las acciones del día, admirar la belleza, honrar la verdad, todo esto se puede cargar de símbolos, se puede ritualizar.

Y allí podremos descubrir una chispa que aliente la existencia, un sentido solidario auténtico y emprender acciones que transformen esta sociedad enferma y corrompida.

1 Corea del Sur. 1959. Filosofía en U. de Friburgo y Filología Alemana y Teología en la U. de Munich. Doctor en Filosofía y profesor universitario en Alemania y Suiza.
2 Han. La desaparición de los rituales. Ed. Herder. Barcelona. 2020.
3 Presión para producir, es el título del primer capítulo del libro.
4 Ibid. Han.

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