/ Elena María Molina
Hace mucho tiempo Walt Disney nos puso a soñar con una interpretación extraordinaria que simbólicamente provoca entusiasmo y suscita sueños. Siempre la recuerdo con alegría y cuando ahora la vida da tintes y sentido a lo vivido, encuentro que la realización que hizo del cuento de la bella durmiente es toda una obra espiritual maravillosa.
Una princesa ha estado dormida en un castillo rodeado de un bosque espeso. También duermen sus servidores, los animales y el jardín. Hasta que un buen día un príncipe de un reino vecino conoce la historia y su corazón se apasiona, arde de amor y emprende el camino para ir a buscarla y despertarla.
El bosque denso, misterioso, cerrado, y en el centro el castillo. El príncipe-héroe, herido, tantas veces asustado y ante todo amoroso, llega al fin hasta la princesa, la besa en los labios ¡y ella despierta! Y al mismo tiempo todo recupera vida, color. Se despiertan los servidores, los animales y el entorno del castillo.
En el centro de nuestro cuerpo, ahí al lado del corazón, tenemos un centro energético donde moran el amor y la belleza: el Ser, por despertar. Para llegar simbólicamente hasta ahí hay que atravesar un bosque espeso, lleno de emociones y situaciones vitales que tantas veces nos impiden ver la riqueza que en ese centro habita. Para lograrlo, el primer paso es tener la información que nos recuerda ese centro amor-belleza, la bella durmiente existe en nuestro interior.
Duerme ahí nuestro ser esencial, nuestra princesa. Pero una vez que tenemos la información, en nosotros se despierta un deseo ardiente de conocer-nos. De ir en su búsqueda. Y la fuerza apasionada aparece, las heridas que se adquieren en el viaje, las dificultades tienen un sentido diferente. El príncipe en uno está despierto, alerta, atento, decidido. Es nuestro masculino. Lo guía y lo sostiene una gran pasión. Cuando da el beso, todo lo dormido en nuestro lado femenino despierta.
Es el encuentro entre el masculino y el femenino de cada uno, que se unen en ese beso que da a la vida un sentido coloreado, vivo, apasionado por lo que se hace y ante todo por lo que se es. Ser que se descubre, ser que es un constante devenir.
En ese beso despiertan tantas cosas en uno… lo cotidiano adquiere un sentido diferente, se disfruta, lo insípido cobra sabor y las transformaciones no se hacen esperar. El ser está dispuesto a darle un toque de amor y de belleza a todo lo que hace y vive.
Es el matrimonio de cada ser consigo mismo. Entre nuestro masculino informado y ese femenino hermoso, princesa, por despertar.
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